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La Ventosa, vivir en el pueblo donde el viento voltea tráileres y nació el primer parque eólico

Todos recuerdan que fue un diciembre, pero el año exacto se ha perdido en el tiempo. Algunos dicen ocurrió en 1991 y otros que en 1992. Fue el día en que las fachadas de las viviendas La Ventosa se pintaron todas de un solo color. Un día antes, el viento había volcado un tráiler lleno de latas de pintura, misma fue recogida por los pobladores.

La Ventosa es una comunidad zapoteca de unos 7 mil habitantes que pertenece al municipio de Juchitán. Su nombre obedece a que es el punto geográfico donde la mitad del año, a partir de septiembre, los vientos conocidos como “nortes”, golpean con rachas de hasta 200 kilómetros por hora, una fuerza similar a la de un huracán. 

En aquellos días, la vivienda de Esperanza estrenó pintura y recibió el año nuevo con otro rostro. Fue pintada de entre verde y azul que surgió de la combinación de varios colores que se derramaron sobre la carretera Panamericana, luego que el fuerte viento volcó el tráiler de pintura, rememora Juan, quien entonces contaba con 13 años.

Este 2020, con el paso del Frente Frío número 11, que trajo vientos con rachas superiores a los 130 kilómetros por hora que provocaron la volcadura de nueve tráileres en tres días y 24 en lo que va de la temporada, los pobladores de La Ventosa recuerdan todas las veces que las potentes rachas han dejado tapizada las carreteras Panamericana y Transístmica. Han caído camiones con cervezas, refrescos, pollos, ataúdes, pinturas, mangos, papayas y melones. 

Entre septiembre y marzo, los “nortes” golpean sin piedad las viviendas que, como en las madrugadas de los últimos días, retumban por la fuerza del viento. También doblan los altos pinos y al golpear con las torres de electricidad, parece que silban. Pero es al chocar con los aerogeneradores cuando estas ráfagas producen lo que podría ser una violenta sinfonía, a la que las personas aún no se acostumbran a pesar de los años que llevan instalados los parques eólicos.

La Ventosa, con más de 100 años de vida, está enclavada en una superficie parecida a un triángulo isósceles, mirando hacia el noreste a partir de la intersección que forman las carreteras Panamericana y Transístmica, a unos 17 kilómetros al oriente de Juchitán. Aquí no hay viviendas de lámina o madera, pues no resistirían los vientos. Hace años, las casas eran de adobe, ahora todas las construcciones son diseñadas para resistir.

Por los fuertes vientos y la escasez del agua del distrito de riego 019, la vocación agrícola de La Ventosa se ha ido transformando. Sembraron arroz y los campos se cubrieron de sal, cultivaron caña y les faltó agua. Ambos proyectos no prosperaron y vino después la creación de unidades de producción ganadera con un doble propósito, leche y carne. Esa actividad es la que mantiene la economía de la comunidad, más los ingresos que llegaron con los parques eólicos.

Desde inicios del 2009, los vientos que antes eran considerados calamidades para esta comunidad zapoteca, fueron transformados en beneficios con la llegada de la empresa española Iberdrola, que instaló el primer parque eólico privado del país, donde ahora funcionan cuatro granjas que aprovechan la fuerza de los vientos para producir electricidad, como las que instalaron las empresa EDF y Grupo México.

Porfirio, que lo mismo incursiona en la política, en el campo y en la generación eólica, ríe ante los recuerdos y anécdotas provocadas por los vientos y las volcaduras. Hace unos días, el miércoles, dice, “se volcó un camión con ataúdes y no vimos actos de rapiña, aunque no faltaron los bromistas que pedían ir a recogerlos, para la gente que se está muriendo de Covid -19”, bromea.

Pero no toda ha siso positivo. Los vientos han propiciado que descienda el número de hectáreas para la siembra del maíz y por eso sólo se siembra el sorgo, que resiste a esas ráfagas que tiran tráileres, pero producen electricidad, por eso, añade Porfirio, ”cuidamos que nuestra ganadería se mantenga sana para garantizar la producción de carne y leche. El viento seguirá golpeando nuestras casas y cantando bajo las enormes torres eléctricas, pero aquí seguiremos».

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