Parece impensado en el 2021 afirmar que para millones de niñas y niños el agua es un lujo. Lo que debería ser un derecho básico universal, es en realidad un privilegio de pocos. Globalmente, más de 1.420 millones de personas, entre ellas 450 millones de niños, viven en zonas de alta o extremadamente alta vulnerabilidad al agua, según el último informe sobre acceso al agua publicado a comienzo del pasado mes de marzo por UNICEF. El análisis, que forma parte de la iniciativa «Seguridad del agua para todos», identifica las zonas en las que los riesgos de escasez física de agua se superponen a los malos niveles de servicio de agua. La crisis del agua no está simplemente por llegar, ya está aquí desde hace tiempo.
Para los niños, el agua es la vida: sin ella no pueden sobrevivir. Tan simple como eso. El agua potable es esencial para su salud y supervivencia, y el agua insalubre puede enfermarlos o incluso matarlos más aún en el actual contexto de crisis sanitaria en el cual una de las medidas centrales para evitar el contagio es lavarse las manos. Pero la falta de agua potable, saneamiento e higiene (WASH) afecta a algo más que a la salud de los niños. Afecta a su desarrollo físico, agravando la malnutrición y el retraso en el crecimiento. Afecta a su educación, interrumpiendo el aprendizaje y, a veces, les obliga a faltar a la escuela para recorrer distancias para recoger agua. La escasez de agua reduce las oportunidades de de vida para sus familias y comunidades, lo que provoca migración, conflictos e incluso trabajo infantil.
El pasado marzo UNICEF publicó el informe “Water Security for All”, con el objetivo de movilizar el apoyo mundial y obtener recursos para llegar a los niños y niñas que viven en los puntos más vulnerables en materia de agua. La investigación muestra que las comunidades que viven en las zonas más desprotegidas dependen de aguas superficiales, fuentes no mejoradas o agua que puede tardar más de 30 minutos en recogerse.
Los datos que muestra el informe son realmente alarmantes. Según la investigación, niños y niñas de más de 80 países viven en zonas con una vulnerabilidad al agua alta o extremadamente alta. África oriental y meridional tiene la mayor proporción de menores que viven en estas zonas, ya que más de la mitad de los niños -el 58%- tienen dificultades para acceder a agua suficiente cada día. Le siguen África Occidental y Central (31%), Asia Meridional (25%) y Oriente Medio (23%). En el sur de Asia se encuentra el mayor número de infantes que viven en zonas de alta o extremadamente alta vulnerabilidad al agua: más de 155 millones de niños.
Además, la situación se agrava en los territorios a donde hay conflictos armados. Las y los niños de 37 países «conflictivos» se enfrentan a circunstancias especialmente graves en términos de cifras absolutas. Esta lista incluye Afganistán, Burkina Faso, Etiopía, Haití, Kenia, Níger, Nigeria, Pakistán, Papúa Nueva Guinea, Sudán, Tanzania y Yemen. La investigación hace un llamamiento urgente a la acción y advierte que la demanda de agua sigue aumentando drásticamente mientras los recursos disminuyen. Además del rápido crecimiento de la población, la urbanización, el mal uso y la mala gestión del agua, el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos reducen las cantidades disponibles de agua potable, exacerbando el estrés hídrico.
Aproximadamente el 74% de los desastres naturales entre 2001 y 2018 estuvieron relacionados con el agua, incluyendo sequías e inundaciones. La investigación afirma que se prevé que la frecuencia e intensidad de estos eventos se espera que aumentea debido al cambio climático. El aumento de las temperaturas y del nivel del mar puede contribuir a la contaminación de las fuentes de agua dulce, poniendo en peligro los recursos hídricos de los que dependen millones de personas. Los cambios en el régimen de lluvias y de los ríos, así como el aumento de la demanda, pueden contribuir a aumentar la frecuencia y la gravedad de las sequías. Además, cuando llueve en las zonas afectadas por la sequía, el suelo no puede absorber el agua tan necesaria, lo que da lugar a inundaciones, la recarga de los acuíferos y la contaminación de los recursos hídricos. Asimismo, el aumento de las también puede conducir a la reducción de los periodos de cultivo de lluvia en la agricultura, lo que hace que los agricultores dependan más de las aguas subterráneas para el riego, que a menudo se se utiliza de forma ineficiente.
La Directora Ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore responsabiliza en gran medida al cambio climático por la falta de agua y afirmó: «Los niños son las mayores víctimas. Cuando los pozos se secan, los niños son los que faltan a la escuela para ir a buscar agua. Cuando las sequías disminuyen el suministro de alimentos, los niños sufren desnutrición y retraso en el crecimiento. Cuando hay inundaciones, los niños enferman de enfermedades transmitidas por el agua. Y cuando los recursos hídricos disminuyen, los niños no pueden lavarse las manos para combatir las enfermedades».
Si bien es cierto que la escasez de este recurso vital tiene un impacto para la sociedad en su conjunto, no hay dudas de que son los menores quienes más sufren esta injusta realdad. Los niños y las familias que viven en comunidades vulnerables se enfrentan al arma de doble filo de tener que hacer frente a los altos niveles de escasez de agua y a la vez tener los servicios de agua más bajos, lo que hace que el acceso a agua suficiente sea especialmente susceptible a los choques climáticos y a los eventos extremos.
La creciente escasez de agua afecta a la salud de los más pequeños. Cada día, más de 700 niños menores de 5 años mueren de diarrea relacionada con el agua insalubre, el saneamiento y la falta de higiene. Cuando los niños se enferman de diarrea, no pueden absorber los nutrientes que necesitan para crecer. Con el tiempo esto puede provocar un retraso en el crecimiento y afectar irreversiblemente a su desarrollo físico y mental. Alrededor de 144 millones de menores de 5 años en todo el mundo sufren retraso en el crecimiento.La situación es grave y no podemos continuar esperando a que pase el tiempo. En respuesta a esto, UNICEF ha lanzado la iniciativa «Seguridad del agua para todos» para garantizar que todos los niños tengan acceso a servicios de agua sostenibles y resistentes al clima. El proyecto pretende movilizar recursos, alianzas, innovación y respuesta global a los puntos conflictivos identificados donde la necesidad de servicios de agua, saneamiento e higiene seguros, resistentes y sostenibles es mayor y más urgente.
Algunas de las medidas en las cuales se está trabajando son:
- Servicios de agua potable seguros y asequibles: Acceso a servicios de agua seguros y asequibles que sean sostenibles, cercanos a los hogares y gestionados de forma profesional.
- Servicios y comunidades de agua, saneamiento e higiene resistentes al clima: Servicios de agua, saneamiento e higiene que resistan las perturbaciones climáticas, que funcionen con fuentes de energía de baja emisión de carbono y que fortalezcan la resiliencia y la capacidad de adaptación de las comunidades.
- Acción temprana para prevenir la escasez de agua: Evaluaciones de recursos, extracción sostenible de agua, uso eficiente y medidas de alerta y prevención temprana.
- Cooperación en materia de agua para la paz y la estabilidad: Apoyo a las comunidades y a las principales partes interesadas para que la gestión equitativa de los servicios de agua, saneamiento e higiene aumente la cohesión social, la estabilidad política y la paz; y en las zonas de conflicto para prevenir los ataques a las infraestructuras y al personal de agua y saneamiento.
Los estados y los organismos internacionales tienen mucho que hacer para revertir esta situación. Pero también está en manos de la ciudadanía exigir a sus gobernantes a que estén a la altura de las circunstancias, más aún ante la actual crisis sanitaria generada por el coronavirus, en la cual el agua es vital para evitar el contagio masivo. Mientras un solo niño o niña en cualquier lugar del mundo no tenga agua potable para sobrevivir, habremos fallado como humanidad.