Información: Ambientum
La gran vacuna contra la COVID-19 y las próximas pandemias es una naturaleza bien conservada, abundante y biodiversa. No lo digo porque me guste el campito y quiera barrer para casa. Lo dicen cientos de grandes científicos de todo el mundo apoyándose en complejos estudios. Campos y bosques habitados por todo tipo de especies animales son el mejor cortafuegos contra los virus.
La naturaleza es la que nos brinda todo lo que necesitamos para vivir. Nos da comida, agua, oxígeno, los recursos necesarios para construir nuestras viviendas, entre muchas otras cosas.
Los bichos cogen esas enfermedades y sus organismos se encargan de atenuarlas para que no lleguen a nosotros. Diluyen la carga vírica al repartirse los patógenos entre las diferentes especies. Los amortiguan al favorecer unas mutaciones que reducen su virulencia. Los depredadores se encargan de controlar a poblaciones infectadas.
Era muy sencillo y barato mantener esas barreras naturales contra las enfermedades, pero nuestra avaricia e inconsciencia las han destruido. Nunca antes los ecosistemas del planeta fueron más pobres. Esquilmando sus recursos, desequilibrando el clima, apostando por un mundo global que mueve enfermedades a la velocidad del dinero hemos dado alas al monstruo.
Y mira que lo sabíamos. Desde la gripe de 1918 tuvimos todo un siglo para prepararnos, pero no hicimos nada. Nos creíamos dioses. Despreciamos investigaciones que no aportaran ganancias inmediatas.
¿Para qué estudiar enfermedades raras? ¿Para qué proteger la naturaleza?
Este es solo un virus, pero hay otros muchos en animales salvajes que podrían propagarse y causarnos un daño igual o mayor al del coronavirus si no nos tomamos el problema en serio.
Aunque no está todo perdido. Somos la especie inteligente, ¿recuerdas? Recuperar la cordura no es tan complicado. Se resume en dos ideas: apoyemos a la ciencia y cuidemos la naturaleza.