La pérdida de la biodiversidad ya está empezando a cobrar factura en la salud humana: las pandemias continuarán si no frenamos la intromisión humana en la vida salvaje.
A un año de la emergencia sanitaria global, epidemiólogos de todo el mundo han reunido esfuerzos para analizar las posibilidades de nuevas pandemias similares en el futuro.
Las amenazas a la salud humana de esta magnitud afectan la política, el comercio y la economía mundial; sin embargo, no es ninguna sorpresa que un factor clave en la pandemia y las próximas enfermedades zoonóticas esté íntimamente relacionado con la destrucción de ecosistemas y la intromisión humana en la vida salvaje.
La incidencia de la mano humana en la pérdida de la biodiversidad es un factor determinante para entender los posibles eventos pandémicos en el futuro. La aparición de nuevos agentes infecciosos, según el estudio realizado, comienza en las alteraciones en los ecosistemas en todo el mundo en favor de la actividad humana.
Las diversas modificaciones que los seres humanos hemos realizado en el medioambiente para favorecer la actividad económica altera la estabilidad del planeta. La amenaza a la biodiversidad, entonces, se refleja directamente en el incremento de patógenos venidos de ciertos animales. La transmisión de éstas enfermedades zoonóticas, según la OMS, están entre las más peligrosas.
El Ébola, el virus de Marburgo, el Zika, el virus Nipah y el coronavirus están entre algunas de las enfermedades catalogadas como “prioritarias” en la lista de la OMS. En ellas se concentra la investigación científica contemporánea, para poder hacerles frente si se salen de control.
Esto es así por la alta potencia epidémica que podrían alcanzar, aunada a los recursos escasos para combatirlas con las que contamos hoy. Sin embargo, los científicos han dejado sin determinar a la llamada “enfermedad X“: el próximo virus que causará una catástrofe sanitaria similar —o más poderosa— a la que nos enfrentamos actualmente.
Actualmente, la OMS tiene la certeza de que este evento nos espera en un futuro próximo, y trabaja para aminorar los efectos de este escenario catastrófico. El foco de los estudios está, una vez más, en identificar los factores medioambientales susceptibles de desencadenarlo. Sin embargo, el entendimiento del mismo es más bien limitado.
Lo único que sabemos con respecto a la “enfermedad X” y a la mayoría de con potencial pandémico, es que están ligadas a infecciones virales zoonóticas. Es decir: se transmiten de animales a seres humanos. Aunque los virus son organismos increíblemente sencillos, recientemente se han visto más resistentes a los medicamentos humanos. Con creciente celeridad, se multiplican y evolucionan a causa de la selección natural.
La OMS asegura que el 70 % de estos brotes epidémicos tienen su origen en la deforestación. De modo que, la evidencia empírica nos arroja que la transmisión de los agentes patógenos tiende a crecer con las pérdidas de biodiversidad.
A pesar de esta certeza, la pregunta persiste: ¿cómo afecta la pérdida de la biodiversidad en la frecuencia de las pandemias? Estos son algunos puntos importantes al respecto según Rodolphe Gozlan y Soushieta Jagadesh en un artículo para The Conversation al respecto:
- Entre más huéspedes distintos existan (a saber, especies animales), es menos probable que se trasmita a seres humanos.
- Entre mayor diversidad exista, es más probable que los patógenos se alojen en huéspedes intermediarios, en lugar de alcanzar directamente a los seres humanos.
- Si la diversidad genética se reduce porque las poblaciones disminuyen, la probabilidad de que aparezcan resistencias a ciertas enfermedades se cae también.
A pesar de que la pérdida de la biodiversidad no es el único factor que incide en la frecuencia de las pandemias, es una realidad que es determinante para prevenirlas.
Los ambientalistas, genetistas y epidemiólogos tienen hoy una meta común: sentar las bases para evitar este tipo de brotes catastróficos, a la par que se hace las paces con la preservación de la diversidad en el medioambiente.