La arena es, después del agua, el recurso natural más demandado. Es un componente imprescindible para la fabricación de aparatos electrónicos, o de vidrio, y también se utiliza masivamente en la construcción. El rápido crecimiento de la población y el desarrollo masivo de las ciudades han convertido a este material en un bien escaso y, en torno a su comercialización, ha surgido un negocio muy lucrativo. El robo de arena es una amenaza real para el medio ambiente.
Cada año, cerca de 60.000 millones de toneladas de materiales son extraídos de la naturaleza. El 85% es arena. Todo lo que nos rodea contiene arena, desde los plásticos a los productos cosméticos, pasando por los electrodomésticos. Hasta la pasta de dientes contiene este tipo de material —un máximo de un 20%—, pero el principal uso de la arena es la construcción: para crear cemento, asfalto, etc. se consumen unos 25.000 millones de toneladas anuales de arena.
¿QUÉ OCURRE CON LA ARENA ROBADA?
La urbanización no se va a desacelerar. Según el informe más reciente del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Arena, un recurso más valioso de lo que pensamos (2014), el 54% de la población mundial vive en zonas urbanas y se prevé que la cifra aumente hasta el 66% en 2050. Países como Singapur o Dubái importan arena —ya sea legal e ilegalmente— para ganarle terreno al mar y crear islas artificiales. Un dato revelador es que el país asiático ha aumentado su superficie terrestre en más de un 20% en los últimos 40 años. Las megaciudades en India o China crecen sin descanso —Shanghái lo hace a un ritmo trepidantemente, casi un millón de personas al año—, y su urbanización devora cantidades ingentes de arena.
Según datos de la ONU, China produce casi el 60% del cemento del mundo. Tras la construcción de la presa de las Tres Gargantas, el mayor proyecto hidroeléctrico del mundo, el lago Poyang, antaño paraíso natural, es ahora un secarral de donde se extraen cada año 236 millones de metros cúbicos de arena —en Estados Unidos se extraen tan solo 16 millones de metros cúbicos de arena al año—. La realidad es incontestable: a nivel mundial, consumimos el doble de arena de la que los ríos pueden transportar, por lo que la arena se obtiene, además de dragando ríos, explotando las playas y, en menor medida, los fondos marinos.
El mencionado informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente señala que el tráfico de arena es un negocio muy lucrativo. En Marruecos, por citar tan solo un ejemplo, la mitad de la arena (unos 10 millones de metros cúbicos anuales) proviene del tráfico ilegal de la arena de playa. «Los traficantes de arena han transformado una gran playa en un pedregal entre Safi y Essaouira», afirma dicho informe.
LOS DEVASTADORES EFECTOS DEL ROBO DE ARENA
La descomunal demanda de arena alimenta la actividad de redes ilegales. El precio de la tonelada se ha disparado en la última década y estas redes han saqueado las playas de muchos países, como Vietnam, Sierra Leona, India o Cabo Verde —donde la extracción de arena está prohibida desde 2002—. Asimismo, varios ríos de Camboya han visto cómo su arena ha desaparecido, poniendo en peligro los cultivos y los pueblos de las riberas, y en Indonesia han desaparecido unas 25 islas desde el año 2000.
Las consecuencias medioambientales de la utilización desmedida de arena son devastadoras: se estima que entre el 75% y el 90% de las playas del mundo se están reduciendo. El dragado y extracción de arena del fondo del mar y de los ríos afecta profundamente al medio ambiente en varios aspectos:
- Biodiversidad: al desaparecer las playas y las riberas de los ríos, muchas especies pierden su hábitat natural.
- Pérdida de terrenos: desaparecen islas y terrenos cultivables, tanto en el interior como en las zonas costeras.
- Hidrológicos: los ríos cambian su cauce, aparecen crecidas e inundaciones y se alteran los ciclos de las mareas.
- Calidad del agua: con los corrimientos de tierra, el agua puede contaminarse y dejar de ser apta para el consumo humano.
- Infraestructuras: las crecidas de los ríos causan daños en puentes, casas, embarcaderos y embalses.
- Climáticos: directos, a través de la contaminación por la extracción y el transporte de la arena, e indirectos, por la producción de cemento o asfalto.
- Paisajísticos: erosión de la costa, cambios en deltas y desembocaduras de ríos, etc.
- Disminución de protección contra eventos extremos: al destruir playas y riberas de los ríos, las inundaciones, sequías, tormentas marítimas con gran oleaje, etc. tienen un mayor efecto.