Tierra

Los secretos de las hormigas

Las hormigas son insectos increíbles que pueden descubrirnos comportamientos que ni se nos pasan por la cabeza. En este artículo vemos algunos de ellos.

Cuando en el colegio estudiamos la polinización normalmente nos hacen referencia a las abejas o, con suerte, a algunas mariposas. La abeja Maya es muy graciosa, pero este insecto heminóptero no es el único encargado de llevar el polen de un lugar a otro. Y la verdad es que habrá visto multitud de veces en su vida una abeja europea (Apis mellifera), también llamada abeja doméstica o melífera, precisamente por su uso para la elaboración de miel. Pero seguro que también ha encontrado mariposas, abejorros, polillas, moscas e incluso colibríes hurgando en las intimidades de las flores. Todos estos pioneros de la fecundación artificial participan en el transporte del polen desde el estambre hasta el estigma.

Hormigas, esas polinizadoras desconocidas

Hormiga flor

Lo que tal vez nunca haya pensado es que las hormigas contribuyen a la polinización. Como siempre yendo de una flor a otra, aunque no con tanta pericia como insectos alados. Se han descrito casos de polinizacón por hormigas en más de 40 especies de plantas pertenecientes a 20 familias diferentes. De forma tradicional se han considerado malas polinizadoras por varias razones: el pequeño tamaño en comparación con las flores, sus hábitos de limpieza que rozan la obsesión, la ausencia de alas en las obreras y la producción de sustancias antibióticas que ponen en riesgo la integridad del polen. Pero si tenemos un elevado número de individuos que visitan de forma frecuente las flores la polinización puede ser efectiva. En 1974 el ecólogo James C. Hickman describió el conocido como “síndrome de polinización por hormigas”, en el que explicaba cuáles deben ser las características para que una planta sean polinizadas por hormigas. Deben ser de porte pequeño, de poca sincronía en la floración dentro de la planta, estas de poblaciones densas, además de tener un nectario pequeño, con poca densidad de néctar y con flores abiertas y pequeñas. Pero es que incluso hay plantas que han evolucionado para ofrecer resistencia al antibiótico natural producido por las hormigas, son el género Conospermum.

Dispersoras de semillas

Messor

El proceso de dispersión de semillas de plantas por las hormigas tiene nombre: es la mirmecocoria. Se trata de una relación interespecie de mutualismo en la que la planta ofrece alimento a las hormigas y estas, a cambio, ayudan a llevarlas de un sitio a otro. Piense en un un niño pequeño llevando migas de pan de la cocina al salón. Por el camino algunas caerán. Es lo que ocurre con las hormigas, pues en el proceso de recolección y consumo selectivo de las semillas algunas se van quedando por el camino y nunca llegan al hormiguero. O también podría formar parte de las pilas de desecho de los hormigueros. La evolución conjunta de las semillas de estas plantas y hormigas que viven bajo el mutualismo ha generado que las semillas tengan cierta protuberancia carnosa. Hablamos del eleosoma, una estructura rica en lípidos que pirra a las hormigas. Se zampan el eleosoma y el resto de la semilla queda preparada para germinar. Un contrato natural perfecto, o dicho de otra forma, un ejemplo paradigmático de evolución convergente, pues está presente en 11.000 especies diferentes de plantas y podría estarlo hasta en 23.000.

La comida comedora

Las selvas de Borneo contienen unas inquietantes plantas carnívoras llamadas Nepenthes bicalcarata. Tienen forma de jarra con una especie de tapa sin encajar en el hueco, con unos colores bastante llamativos. Estas “simpáticas” plantas han evolucionado para poder atraer, capturar y retener presas pequeñas en su interior, donde los jugos gástricos esperan para digerir a los curiosos visitantes. Estos son invitados a un ágape y acaban siendo comidos, menudo anfitrión. Pero esta trampa mortal ha sido burlada gracias a la evolución por una especie de hormiga, la Colobopsis schmitzi. Tal vez se trate de otro caso de mutualismo, aunque aún está en estudio. Ya en 1880 el explorador inglés Frederick William Burbidge observó esta relación entre las hormigas y la planta, sin describir con detalle proceso. Más adelante otros científicos sugirieron que aunque pululaban por ahí, podrían convertirse en presa si caían al cuenco con el líquido mortal. Aunque se alimentan del néctar de la planta, tienen la capacidad de bucear en los jugos gástricos para recoger presas de la propia planta. Sin embargo, parece que el objetivo prioritario son las presas grandes, por lo que es posible que la Colobopsis schmitzi esté protegiendo a la Nepenthes bicalcarata de la putrefacción.

Hacia la organización social perfecta

Topo lampiño

El mirmecólogo Mark W. Moffett dijo en una ocasión que “los humanos nos parecemos más a las hormigas que a los chimpancés”. Y es que tanto los seres humanos como las hormigas viven en sociedad, pero el caso de las segundas es el nivel más alto de una organización social: la mayor parte de los integrantes no dejan descendientes y trabajan en beneficio de sus reinas, de los machos que las fecundan y de su descendencia. Este tipo de organización social recibe el nombre de eusocialidad, un término que fue acuñado por la entomóloga neoyorquina Suzanne Batra para referirse a las abejas de la familia Halictidae. La eusocialidad se da en casos tan diversos como crustáceos, la rata topo desnuda o las suricatas. Y un debate delicado entre etólogos iniciado por el entomólogo Edward Osborne Wilson, ¿es la especie humana eusocial?

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