Un huracán puede no ser calificado como categoría 5 y causar daños catastróficos.
Luego de una furiosa temporada de huracanes en 2020, se pronostica que la temporada atlántica de este año, que comenzó el 1 de junio, será muy activa. Después de debatirse entre las clasificaciones de tormenta tropical y huracán, la tormenta tropical Elsa se definió como tormenta de categoría 1 al acercarse a la costa oeste de Florida.
Pero la clasificación de una tormenta puede ser engañosa, según dicen los expertos. A medida que el huracán Florence iba acercándose a la costa de Carolina del Norte en 2018, su magnitud se reformuló varias veces, y pasó de una categoría 4 a una categoría 1. Sus vientos se atenuaron, pero la tormenta aumentó de tamaño, se ralentizó y desató lluvias torrenciales que provocaron grandes inundaciones.
Si bien suele considerarse que las peores tormentas son aquellas que alcanzan las categorías más altas de un huracán (3, 4 y 5), las tormentas de menor rango igualmente pueden causar daños catastróficos.
La conocida clasificación de huracanes, la escala de vientos Saffir-Simpson, se basa solo en las velocidades máximas del viento medidas en un momento dado.
«Eso es captar solamente una dimensión de cómo puede impactarnos un huracán», dice Allison Wing, científica atmosférica de la Universidad Estatal de Florida.
Incluso las tormentas tropicales pueden ser mortales. Cuando la tormenta tropical Allison tocó tierra en Texas en 2001, provocó inundaciones extremas y la muerte de 23 personas. La tormenta tropical Claudette, que azotó la costa del Golfo el mes pasado, provocó inundaciones repentinas y 14 personas perdieron la vida.
“Creo que uno de los mayores desafíos a la hora de comunicar los riesgos es la lluvia que producen los huracanes”, dice James Done, científico atmosférico de la Universidad de Colorado, Boulder. «La mayoría de las muertes son causadas por el agua, ya sea en forma de inundaciones o de marejadas ciclónicas».
Por eso, junto con un grupo de colegas, Boulder ha ideado formas alternativas de clasificar el riesgo de una tormenta de modo que las personas puedan conocer todos los peligros implicados, y puedan prevenirse tragedias.
¿Qué nos dicen las categorías de huracanes?
La escala Saffir-Simpson está diseñada para informar a quienes viven en la zona de una tormenta acerca del tipo de daño estructural que podría esperarse: «básicamente de todo, desde daños en el techo y tejas en una categoría 1, hasta la destrucción total de casas en la categoría 5», dice Michael. Brennan, jefe de división de la Unidad de Especialistas en Huracanes del Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos. «Se trata de un buen recurso para informar riesgos de viento de manera muy concisa».
Brennan asegura que los pronósticos siempre adviertan cuando una tormenta se va intensificando, “porque es una manera de alertar a la gente. Pero nunca se comunica si los sistemas se van debilitando».
Asimismo, señala que la velocidad del viento también es una medida fácil a la hora de advertir; tiene el mismo impacto en Miami que en Nueva Orleans.
Sin embargo, medida en cantidad de víctimas, el agua que un huracán empuja suele representar la mayor amenaza. Si bien los vientos huracanados pueden contribuir a las inundaciones al empujar el agua del océano tierra adentro, el tamaño de la marejada ciclónica y el daño que causa no siempre se correlacionan directamente con la velocidad del viento. La forma del fondo del océano y la costa, así como el diámetro de la tormenta, también son factores importantes.
Y luego tenemos la cantidad de lluvia que arroja una tormenta.
“Las precipitaciones están desvinculadas casi por completo de las velocidades máximas del viento y generalmente dependen de la rapidez con que se mueve la tormenta”, dice Brennan.
El año pasado, el huracán Sally de categoría 2 avanzó sobre la costa de Alabama, y provocó más de 75 cm de lluvia. En 2017, el huracán Harvey azotó Houston como tormenta de categoría 4 y, si bien sus vientos causaron daños, se definió como una de las tormentas más lluviosas en la historia de EE. UU., por la lentitud con que se avanzó sobre la ciudad.
De todos modos, dice Brennan, la escala Saffir-Simpson tiene la ventaja de ser concisa.
“Los demás peligros no se prestan a una simple categorización. Las marejadas ciclónicas pueden cambiar drásticamente. El impacto de la lluvia puede variar según la humedad del suelo: es más probable, por ejemplo, que el suelo ya saturado se inunde. Sería difícil dar cuenta de esto en un sistema de clasificación simple”, dice.
Otros métodos
Si bien las métricas del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos son las que se difunden ampliamente en las noticias y en las alertas oficiales, existen otros métodos para clasificar el impacto potencial de un huracán.
El director ejecutivo de AccuWeather, Joel Myers, cuenta que, desde que el huracán Donna azotó la costa este en 1960, ha estado pensando en una manera más eficiente de describir el peligro real que representa una amenaza como esta. En 2019, AccuWeather comenzó a utilizar una medida denominada Real Impact Scale. Se trata de una escala de seis puntos que evalúa una serie de factores como la velocidad del viento, la probabilidad de inundaciones y la población de la región donde se espera que azote la tormenta.
“Pensemos en el caso del huracán Florence, que sacudió Carolina del Sur en 2018”, dice Myers para referirse a la diferencia en la calificación de tormentas. “Según la calificación de Saffir-Simpson, era un 1. Para nosotros era un 5″.
Myers explica que eso fue así porque en AccuWeather estaban considerando factores adicionales como el tamaño de la tormenta y la precipitación estimada.
Con el apoyo de compañías de energía y aseguradoras offshore, Done de la Universidad de Colorado creó el Índice de Potencial de Daño Ciclónico, que clasifica las tormentas del 1 al 10. Para este índice, agregaron dos variables: el tamaño del huracán y su velocidad. «La combinación de esos dos elementos predice la duración estimada de vientos perjudiciales».
En otras palabras, el índice predice no solo qué tan rápido se pueden mover los vientos, sino cuánto tiempo podrían moverse a esas velocidades. Done explica que contar con esa información es muy importante para el caso de los huracanes más débiles que pueden no provocar efectos destructivos de forma inmediata, pero que con el tiempo, podrían causar tanto daño como un huracán con vientos más fuertes.
El índice de Done puede aportar un panorama de las posibles inundaciones porque las tormentas que se mueven más lento, como el huracán Harvey, tienen más tiempo para arrojar lluvias.
El Servicio Meteorológico Nacional de los Estados Unidos también está estudiando cómo mejorar la comunicación a la hora de informar a la sociedad todos los riesgos asociados con los huracanes, dice Brennan. Además de la categoría de velocidad del viento de una tormenta, el Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos también comparte actualizaciones en tiempo real sobre posibles marejadas ciclónicas y lluvias, las cuales están aumentando debido al cambio climático.
«Hay un par de cosas que sabemos con certeza. El nivel del mar está subiendo. Y eso aumenta la vulnerabilidad a las marejadas ciclónicas», dice Brennan. “El aire más cálido retiene más humedad, lo que puede derivar en mayores frecuencias de lluvias”, agrega.
Por ahora, «uno quiere saber qué riesgo tiene de que lo azote una tormenta peligrosa». A quienes viven a lo largo de la costa, Brennan les recomienda interiorizarse acerca del nivel de daño que su hogar puede resistir. Algunas casas de Florida, construidas después del huracán Andrew, por ejemplo, pueden servir como refugios si cumplen con el código.
«Tienes que hacer esa verificación, averiguar si tu casa es segura, y si no lo es, trasladarte a un lugar seguro», dice.
Fuente: www.nationalgeographicla.com