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Catalogan una nueva especie de avispa por su manera de comunicarse

Un equipo de investigadores ha descubierto una nueva especie de avispa cuco gracias al estudio de sus ‘habilidades lingüísticas».

Las avispas cuco (también llamadas esmeralda) son unos insectos parásitos pertenecientes a la familia Chrisalidae dotados de una belleza extraordinaria. Su color verde metálico o azul las convierten en un objetivo común para los amantes de la fotografía, y no es para menos, pues brillan como joyas. Sin embargo, estos insectos también han traído de cabeza a los entomólogos a la hora de catalogarlos. Aunque se trata de una familia numerosa, hasta la fecha únicamente se han descrito unas 1.000 especies distintas.

Normalmente distinguimos a los insectos entre sí por su apariencia, pero las avispas cuco son tan similares entre sí que la mera catalogación es una tarea harto difícil”, explica Frode Ødegaard, autor principal de la investigación que la dado con esta nueva especie, encontrada en la península de Lista, en el condado de Adger, en Noruega.

Durante más de 200 años los entomólogos se las han visto y deseado a la hora de clasificar estas avispas correctamente en las colecciones de los museos, para lo cual debían de determinar qué características eran consustanciales a cada especie, algo harto difícil con individuos tan parecidos.

En los últimos 10 años, los códigos de barras con datos de ADN se han convertido en una herramienta muy valiosa a la hora de catalogar especies según las diferencias presentadas en el material genético. “Pero tampoco es tan fácil -dice el experto-. En este caso que nos ocupa teníamos dos avispas cuco con aparentes diferencias morfológicas al microscopio, pero muy parecidas desde el punto de vista genético”.

La clave está en el lenguaje

Habida cuenta de las dificultades, un equipo científico de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega se puso manos a la obra para encontrar otras posibilidades, y una de ellas eran las feromonas. y es que los insectos se comunican entre sí a través de un lenguaje químico que comparten las especies que están muy relacionadas entre sí. Es como si hablaran idiomas muy parecidos, que sirven del mismo modo para evitar cruces interespecíficos.

Los científicos observaron los idiomas en los que se comunicaba cada avispa para saber si pertenecían o no a diferentes especies y se encontraron con alguna sorpresa: un individuo que parecía hablar un ‘dialecto’ distinto al de sus congéneres con un único fin: infiltrarse mejor entre sus víctimas.

Parásito lingüístico

La avispa cuco es un insecto con habilidades lingüísticas superiores a la media. Son parásitos, lo que significa que se comportan como cucos, esto es, ponen sus huevos en los nidos de otras especies de abejas y avispas. Las larvas crecen rápidamente y eclosionan antes que los huevos del hospedador, que los intrusos acaban devorando.

«Cuando vives como un parásito, es importante que no te descubran y, por lo tanto, la avispa cucú también ha aprendido el idioma de su anfitrión», dice Ødegaard.

Avispas casi idénticas hablaban ‘idiomas’ casi distintos, pues usaban diferentes hospedadores.

Los investigadores pudieron descubrir que las dos avispas cuco casi idénticas pertenecían de hecho a especies diferentes. Usan diferentes hospedadores, lo que significa que hablaban «idioma» completamente distintos.

“El desarrollo evolutivo asociado con la eliminación de otra especie con esponja ocurre muy rápido. Es por eso que puedes tener dos especies que son muy similares genéticamente pero que aún pertenecen a especies diferentes ”, apunta Ødegaard, quien se encargó asimismo de nombrar al recién legaro. La propuesta que recibió un mayor número de votos fue la de Chrysis parabrevitarsis, que significa ‘estar junto a brevitarsis’, en alusión a Chrysis brevitarsis, una especie muy similar a la recién descubierta. Ødegaard también fue responsable de darle a la especie su nombre noruego un poco más simple, al menos para los noruegos: sporegullveps.

El único espécimen conocido de esta nueva especie es el que recolectó el propio investigador. «Puede parecer moralmente reprobable que acabe clavado en una aguja -afirma-. Sin embargo, incluso con los métodos avanzados actuales, no es posible usar animales vivos para realizar estudios como este -razona el cintífico, quien asegura que la a recolección de especímenes individuales no tiene ningún impacto en una población de insectos cuya viabilidad depende depende más de otros factores, como la calidad de los hábitats.

Fuente: www.nationalgeographic.com.es

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