Aire

La contaminación del aire eleva el riesgo de depresión y afecta el funcionamiento del cerebro

La contaminación del aire no sólo contribuye al cambio climático, sino que produce depresión en las personas aparentemente sanas.

El fenómeno se aprecia con más fuerza en las ciudades densamente pobladas, con una alta demanda de movilidad. Al inhalar partículas suspendidas que contribuyen a la contaminación del aire, un nuevo estudio sugiere que el cerebro humano tiene una reacción defensiva. Este mecanismo no sólo opera a nivel orgánico, sino que tiene repercusiones en la salud mental de las personas. Una de ellas, es un mayor índice de depresión entre las personas aparentemente sanas.

En el torrente sanguíneo

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Fotografía: Maxim Tolchinskiy / Unsplash

El hartazgo que genera estar horas en el tráfico parece no ser la única razón por la que las personas padezcan más de depresión en las ciudades grandes. Por el contrario, la contaminación por partículas suspendidas, explica National Geographic, incide en la composición del aire natural de las principales capitales del mundo —y afecta el funcionamiento natural del cerebro.

De acuerdo con el Lieber Institute for Brain Development (LIBD), los gases emitidos por la quema de combustibles fósiles propulsan que la salud mental de los habitantes de Beijing, capital de China, flaquee:

“El riesgo de depresión puede ser solo una pequeña fracción de los posibles efectos que la contaminación del aire tiene en nuestro cerebro”, reporta Universal-Sci.

Al entrar en contacto con polvo, mugre, hollín y humo en las ciudades grandes, el organismo intenta defenderse. Cuando se inhalan, explican los científicos del LIBD, “pueden causar serios problemas de salud cuando penetran profundamente en sus pulmones“. Por medio del torrente sanguíneo, llegan a otros órganos vitales. Entre ellos, el cerebro.

Esto es así porque la contaminación del aire impacta funciones cognitivas elementales que nos ayudan a resolver problemas. De la misma manera, incide en el estrato emocional de los seres humanos, generando depresión, ansiedad y otros trastornos de la personalidad.

¿Sólo una cuestión genética?

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De acuerdo con el líder del estudio, Hao Yang Tan, sí existe una predisposición genética a desarrollar depresión. Sin embargo, parece ser que los factores genéticos innatos de las personas pueden amplificarse al estar en contacto constante con un entorno contaminado.

Para la investigación se consideraron a 350 habitantes sanos de Beijing, todos ellos en la edad adulta. Después de analizar su información genética, Yang Tan y su equipo les observaron durante seis meses, en los cuales interactuaron con la contaminación de la ciudad. A la par, realizaron escaneos cerebrales para ver cómo respondían las regiones del cerebro asociadas a la cognición y los sentimientos.

Al término de la investigación, los científicos demostraron que existe una relación evidente entre un entorno contaminado y las afecciones mentales que presentaron los voluntarios para el estudio:

“[…] la combinación de genes de depresión y la exposición relativa a la contaminación del aire dañan la red cerebral de manera desproporcionada“, escribe el equipo para Proceedings National Academy of Sciences.

A partir de los resultados, Yang Tan asegura que el fenómeno provocará que más personas padezcan depresión en regiones muy contaminadas. Si bien es cierto que el factor genético es determinante, inhalar constantemente aire contaminado afecta la manera en la que se establecen conexiones neuronales. “El efecto de la contaminación del aire en el cerebro ya no es una especulación”, concluyen los autores.

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