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Así fue Ninive, la capital más poderosa del Imperio Asirio

La biblioteca de Nínive fue uno de los primeros recintos reconocidos internacionalmente como un lugar de consulta universal. 

Hasta en los últimos confines de Egipto había sabios que querían visitar el espacio: filósofos, astrónomos, médicos y otros eruditos emprendían viajes durante meses para tener acceso a la información que ahí estaba contenida.

El gran acervo bibliográfico no fue lo único que convirtió a Nínive en un punto álgido de la cultura y el comercio ya que fue la primera capital del Imperio Asirio, hacia el siglo II a.C. la ciudad ya rebosaba en vida y lujos. 

Nínive generaba envida entre otros pueblos. Bajo la protección de Ishtar, encargada de velar por la salud de los asirios, la capital se convirtió también en un centro ceremonial para rendirle ofrendas a la diosa. 

Construida en la orilla oriental, antiguamente se extendió a lo largo de 50 kilómetros, desde el lecho hasta los montes, en su momento fue la ciudad más grande del mundo.

Nínive unió Oriente y Occidente, al ser el punto de conexión central entre las rutas del Mediterráneo y el Índico.

El último gran rey que tuvo Nínive fue Assurbanipal, hacia el siglo I a.C. Para entonces, debido a las invasiones asirias en otros territorios y el profundo resentimiento que el Imperio estaba generando en las naciones vecinas, la capital asiria ya había sido víctima de varios intentos de sometimiento.

Su caída fue en 612 a.C., año en el que se registra la caída de Nínive, después de sitiar la ciudad durante tres meses, los babilonios y medos destrozaron la ciudad hasta los escombros.

Lo poco que queda de Nínive forma parte de acervos museísticos en Europa, lejos del Tigris, lejos de la tierra que la vio nacer.

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