Tierra

Nuestra salud depende de la salud del planeta

La alteración del equilibrio de los sistemas naturales por la destrucción directa de hábitats, pérdida de biodiversidad, tráfico de especies, intensificación agrícola y ganadera, y los efectos amplificadores del cambio climático, aumentan notablemente el riesgo de aparición de enfermedades infecciosas transmisibles al ser humano.

“Los virus y bacterias conviven con nosotros desde siempre, en hábitats bien conservados, con gran diversidad de especies que se relacionan en equilibrio, los virus se distribuyen entre las distintas especies y no afectan al ser humano. Pero cuando la naturaleza se altera o destruye, se debilitan los ecosistemas naturales y se facilita la propagación de patógenos, aumentando el riesgo de contacto y transmisión al hombre, con los consiguientes efectos negativos sobre nuestra salud”, así lo informó recientemente la World Wildlife Fund (WWF) a través del documento “Pérdida de naturaleza y pandemias”. Por ello, insiste que la solución es frenar la extinción de la biodiversidad.

Las zoonosis son enfermedades originadas por patógenos que proceden de especies animales. Los científicos de todo el mundo coinciden en que, entre las causas de la propagación de las enfermedades infecciosas emergentes, como el ébola, la fiebre hemorrágica de Marburgo, el SARS, el MERS, la fiebre del Valle del Rift, el zika y otras, hay factores importantes como la pérdida de hábitat, la creación de entornos artificiales, la manipulación y el comercio de animales salvajes y, en general la destrucción de la biodiversidad.

La solución más viable para que el planeta tenga una población saludable es que el planeta este sano. En la última década, se ha desarrollado a nivel global un movimiento llamado One health el cual defiende que la salud de los seres humanos está íntimamente ligada a la de los animales y del medio ambiente. Esta iniciativa, reconocida por múltiples organismos internacionales, expertos e investigadores, propone un enfoque multidisciplinario para afrontar los riesgos que se generan entre nuestros entornos de vida, las poblaciones de animales (domésticos y salvajes) y los diferentes ecosistemas.

Es necesario frenar la extinción de especies abordando las principales amenazas: la persecución y sobrexplotación, la contaminación, las especies exóticas invasoras o el tráfico de especies. Debemos incrementar la superficie de áreas protegidas y de zonas con una gestión sostenible de los recursos hasta llegar a cubrir la mitad del planeta, apostando por restaurar los hábitats más degradados. Solo así podremos prevenir futuras pandemias y hacernos más fuertes frente a las que vengan.

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