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La vida en las regiones abisales

Más allá del talud continental, a partir de los 2.000 metros de profundidad, se encuentra un mundo frío e inhóspito donde no alcanzan los rayos del Sol y donde, en consecuencia, no abunda el alimento –la mayor parte de seres autótrofos, como las plantas, no viven allí porque necesitan la energía de la luz para crear materia orgánica–. Pero eso no significa que en las regiones abisales, que es como se llama este mundo de tinieblas, no haya seres vivos. Los hay, si bien adaptados a la oscuridad, a las bajas temperaturas y a las altas presiones, y con estrategias bien curiosas para conseguir comida sin ser devorados. Salvo excepciones, la mayor parte de seres abisales nunca suben a la superficie y, debido a esta adaptación a condiciones de vida extremas, tienen formas aberrantes. Hay especies que alcanzan proporciones descomunales –es lo que se conoce como gigantismo abisal–, peces que son poco más que una boca y un estómago, otros que son prácticamente transparentes e incluso organismos capaces de generar luz por cuenta propia. A continuación se muestran algunos de los animales más asombrosos que allí habitan.

1 Una máquina de capturar y devorar seres incautos

El Melanocetus johnsonii es un pez abisal que se caracteriza por tener una boca gigantesca, capaz de engullir presas que le doblan en tamaño, y un órgano bioluminescente sujeto a un filamento móvil que el animal utiliza como cebo. La diferencia de tamaño entre los dos sexos es enorme: las hembras, que miden alrededor de 20 centímetros, son casi diez veces más grandes que los machos. Para reproducirse, el macho muerde a su compañera y se acopla a ella cerca de sus órganos genitales. Durante un tiempo ella lo alimentará, como si de un órgano interno se tratara, a cambio de esperma con el que fecundar los huevos. Foto: © Museum of New Zealand Te Papa/Creative Commons.

2 El pez hacha marino, un fantasma en la penumbra

El Argyropelecus Aculeatus habita en la zona mesopelágica de los océanos Atlántico, Índico y Pacífico, entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad, donde los rayos del Sol penetran aunque muy tímidamente –como en cualquier capa abisal, no con la suficiente intensidad como para que las algas puedan hacer la fotosíntesis–. De noche es común que se acerque hasta los 100 metros de profundidad en busca de alimento. Son peces plateados de pocos centímetros de longitud y el cuerpo con forma de hacha –de ahí su nombre común–que utilizan su capacidad de generar luz para deslumbrar y confundir a sus depredadores. Foto: © Francesco Costa/Creative Commons.

3 Un pulpo casi invisible y con ojos cilíndricos

El pulpo telescopio es una de las pocas especies de invertebrados que existe con ojos tubulares; es decir, en lugar de los habituales ojos esféricos, los tiene cilíndricos. Comparte esta característica morfológica con algunos peces abisales, que como él han adaptado este órgano sensorial para aprovechar mejor la escasa luz solar que llega a las profundidades oceánicas. A cambio, sin embargo, ha tenido que sacrificar visión periférica. Este octópodo, habitante de las regiones mesopelágicas del Indo-Pacífico, también se caracteriza por la ausencia de color en su cuerpo y por ser prácticamente transparente, lo que hace muy difícil su localización. Foto: © Steven Haddock/MBARI.

4 Dientes tan grandes que no caben en la boca

El pez víbora es un feroz depredador abisal de aspecto monstruoso, fácilmente reconocible por su cuerpo alargado y los largos dientes que sobresalen de su boca. Para cazar, principalmente crustáceos y peces pequeños, el animal se abalanza a gran velocidad sobre sus presas, impactando con fuerza contra ellas y ensartándolas finalmente con sus afilados colmillos. Luego las engulle enteras, lo que logra gracias a que puede desencajar los huesos articulados del cráneo. Este tipo de peces, que alcanzan como máximo los 30 cm de longitud, viven a partir de los 2.000 metros de profundidad en casi todos los mares de aguas tropicales y templadas del planeta, si bien de noche suelen subir a capas menos profundas en busca de alimento. Foto: © Tamar.org

5 Los velociraptores de las profundidades marinas

Los peces lagarto, dentro del grupo de los Bathysaurios, están en la cúspide de la pirámide trófica de los ecosistemas abisales, devorando a todo ser vivo que encuentran a su paso, incluyendo a miembros de su misma especie y sin despreciar la carroña. Viven normalmente en la zona batial, entre los 800 y los 2.500 metros de profundidad, aunque no es difícil encontrarlos también en aguas más profundas. Su boca, como la de otros cazadores de la zona abisal, es grande y está repleta de dientes afilados, aunque en este caso se parece más a la de un reptil o anfibio prehistórico. Aunque no se sabe mucho de sus hábitos y costumbres, parece probado que son animales hermafroditas. Foto: © NOAA/MBARI.

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