La tasa de deforestación en la Amazonia brasileña sumó 9.205 km2, un crecimiento del 34%, según datos oficiales. Se trata de un nuevo máximo y a un nivel similar al alcanzado en los 12 meses anteriores (entre agosto de 2018 y julio de 2019), cuando la selva amazónica perdió 10.129 km², lo que supone un aumento del 34% respecto del año anterior (2017-2018) y el valor más alto desde 2008. La superficie deforestada entre agosto de 2019 y julio de 2020 es un 101% mayor que hace dos años, lo que significa que el gobierno de Jair Bolsonaro casi duplicó el ritmo de destrucción de la selva amazónica brasileña.
Tanto el número oficial como las alertas mensuales son producidas por el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE). Las alertas de deforestación, que son liberadas casi en tiempo real, no tienen la misma precisión. Sin embargo, los dos sistemas indican la misma tendencia. Pero si consideramos el período de 20 meses desde que Jair Bolsonaro asumió el cargo el 1 de enero de 2019, la selva amazónica perdió 20.500 km² – casi dos tercios de Bélgica, que tiene 30 689 km², o la mitad de Suiza (41 285 km²).
Al mismo tiempo, los incendios asolaron la región a principios de agosto. Los datos del boletín de incendios del INPE muestran que en el Estado de Amazonas los incendios pasaron de sólo 5 en los primeros días de julio, a 936 a principios de agosto, un aumento de 18.620%. En el Estado de Pará, el crecimiento fue del 1,774%, llegando a 1.162 focos; en Acre, del 1,564%, con 183 focos de incendio.
Por tratarse de un bosque húmedo, estos incendios no pueden atribuirse a la autocombustión estacional y sólo pueden ser provocados por la acción humana. La quema de tierras después de la tala del bosque es la forma más rápida y barata de limpiar los árboles, ramas y hojas muertas. Por lo tanto, es la última etapa de la deforestación, seguida de la conversión de la tierra en pasto o plantación. Según el Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas (IPAM), este tipo de fuego representó el 34% de los más de 87.000 puntos calientes capturados por los satélites en el Amazonas el año pasado. En 2018, el índice fue del 25% y, en los dos años anteriores, del 15%. La madera, la soja, los pastos para la ganadería y las zonas mineras son los tres principales vectores de destrucción en la Amazonia.
«Los datos del INPE indican que Brasil ha incumplido su ley sobre el clima, cuyo objetivo para 2020 era limitar la deforestación de la Amazonia a un máximo de 3.925 km2. Esto también nos desvía de la ruta del Acuerdo de París, lo que creará una serie de dificultades comerciales para el Brasil en el período crítico de la recuperación económica en el período pospandémico. El crimen se apoderó del Amazonas, alentado por el propio gobierno de Bolsonaro», señaló Marcio Astrini, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima
Un informe de Greenpeace publicado esta semana muestra cómo las empresas encuentran lagunas para incluir en sus cadenas de suministro los productos generados en las zonas de deforestación del Amazonas. El documento también advierte que en el Amazonas se puede llegar a un punto de inflexión en menos de 20 años, cambiando permanentemente los patrones climáticos regionales, convirtiendo la selva tropical superviviente en una sabana seca y liberando miles de millones de toneladas de carbono en la atmósfera.
En la víspera del anuncio de las cifras de deforestación, un grupo de 62 organizaciones de la sociedad civil envió al Congreso brasileño, al Parlamento Europeo, a los inversores y a las autoridades internacionales una lista de medidas de emergencia. En una carta, el grupo propuso cinco medidas rigurosas para interrumpir la fase aguda de la crisis: una moratoria de la deforestación en el Amazonas por lo menos durante cinco años; endurecimiento de las penas por delitos ambientales; reanudación inmediata del Plan de Acción para la Prevención y el Control de la Deforestación en el Amazonas Legal; demarcación de las tierras indígenas y quilombolas y creación, regularización y protección de Unidades de Conservación; y reestructuración de los institutos brasileños del medio ambiente, los recursos naturales, las unidades de conservación y los pueblos indígenas (IBAMA, ICMbio y FUNAI).
Deforestación y pandemias
La deforestación del Amazonas ya preocupa a los organismos sanitarios del Brasil: Gonçalo Vecina, médico sanitario y ex presidente de Anvisa, el organismo federal de control sanitario, declaró que la deforestación de la Amazonia podría provocar otras epidemias como la de Covid-19, porque la selva alberga muchos otros virus. Según él, «en el Amazonas hay una inmensa cantidad de virus. Con el nivel de agresión que le estamos haciendo al medio ambiente, la próxima epidemia ya está en camino».
Vecina recuerda que el bioma alberga virus ya conocidos, como el virus sabiá, un arenavirus que causa la fiebre hemorrágica brasileña, una enfermedad rara de alta letalidad. Reapareció en Brasil en enero de este año, en São Paulo, el primer caso después de 20 años. El Sabiá pertenece a la misma familia que el virus que causa la fiebre de Lassa, que es endémica en algunos países de África occidental, como Benin, Ghana, Guinea, Liberia, Malí, Sierra Leona, Togo y Nigeria.
Las declaraciones de Vecina van en la misma dirección que un estudio publicado esta semana en Nature, que encontró que la conversión de sitios silvestres en tierras agrícolas o asentamientos humanos generalmente favorece la proliferación de animales huéspedes de enfermedades zoonóticas, que son hasta 1,5 veces mayores en sitios degradados, con la proporción de especies portadoras de estos patógenos aumentando hasta en un 70% en comparación con los ecosistemas no dañados.
Artículo publicado en Latin Clima.