Agua

¿En verdad nos estamos quedando sin agua?

Muchos factores tienen que ver con la carencia de agua, desde el cambio climático, hasta los hábitos en los hogares.

Seguramente te ha pasado que te estás bañando y repentinamente te quedas sin agua. ¿A quién culpas cuando eso sucede? ¿A la carencia de este elemento agravada por el cambio climático? ¿Al gobierno y sus políticas públicas? ¿Al uso indiscriminado de este recurso por parte de los consumidores? ¿O a los organismos encargados de administrar y llevar este elemento a tu casa?

En realidad, el problema de abasto de agua en México y el mundo, que hace que te quedes sin agua, es muy complejo y tiene muchos puntos de vista, pues se trata de una responsabilidad compartida: un recurso cada vez más escaso, un uso poco eficiente y una administración por parte de los gobiernos que puede ser más adecuada.

Tanto en México como en el mundo, el agua es un recurso cada vez más escaso o de menor calidad, y cuando se alcanza el nivel en que la demanda es más alta que la cantidad disponible se define como estrés hídrico.

Acueduqt es un organismo global que trabaja con empresas, gobiernos y socios de investigación para promover mejores prácticas en la gestión de los recursos hídricos, y en agosto de 2019 dio a conocer su “Atlas de Estrés Hídrico” en el que analiza esta situación en 198 países. 

Existen 17 países con un estrés hídrico extremadamente alto, Qatar ocupa el primer lugar seguido de Israel, Líbano, Irán y Jordania, aunque también se encuentran algunos de los más poblados como India y Pakistán. En estos países durante un año promedio, la agricultura, la industria y los municipios consumen el 80% de las aguas superficiales y subterráneas disponibles.

La segunda categoría, compuesta por 27 países, son los países con estrés hídrico alto. México está entre ellos, se ubica en la posición 24 del ranking global y junto con Chile, que está en el lugar 18, son las únicas dos naciones del continente americano con esta situación.

Al analizar el caso de México, descubrimos que la extensión y diversidad del territorio generan un escenario diverso, ya que existen zonas con serios problemas de agua y otras donde la cantidad del recurso disponible es más que suficiente.

“México tiene terrenos que son desiertos y por lo tanto hay escasez de agua de manera natural y hay partes del país en que tenemos una mayor abundancia de agua. Entonces hay un tema de oferta natural de agua que es muy variable a lo largo de todo el país, y tenemos que admitir que está en profundo cambio y que podemos esperar que con el tema climático cada vez cambie más”, explica Adriana Lobo, Directora Ejecutiva de World Resources Institute (WRI) México.

De acuerdo con el Atlas de Agua 2018 elaborado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la región con mayor estrés hídrico es la Zona Metropolitana del Valle de México, donde se tiene una disponibilidad por habitante de 144 metros cúbicos de agua al año.

Por otro lado, prácticamente todo el norte del país reporta un nivel de estrés hídrico alto, por poner un ejemplo, en la región que abarca las zonas metropolitanas de Monterrey, Reynosa, Ciudad Juárez y Chihuahua, se tiene un registro de 1,019 metros cúbicos de agua al año por habitante en contraste con la región de Tabasco y Chiapas, donde este indicador llega a 18,776 metros cúbicos por habitante al año.

A nivel nacional, el promedio de agua per cápita es de 3,656 metros cúbicos por habitante al año.

“Dos terceras partes del país se consideran áridas o semiáridas con precipitaciones pluviales bajas. El 70% de la población vive en ciudades, lo cual implica mayores demandas de agua y el centro-norte del país, donde existe la disponibilidad del 32% de agua y habita el 77% de la población, es donde se presentan mayores retos de acceso al agua. Mientras que el sur-sureste hay menor población, 23% aproximadamente, y hay la mayor cantidad de agua: 68 por ciento”, resume Eduardo Vázquez, Director Ejecutivo de Agua Capital.

Esta situación se agrava con dos factores: cada año la población aumenta y el agua disponible disminuye.

“A lo mejor en unos 10 o 15 años vamos a tener un 10% menos del agua que tenemos ahora disponible para cada uno”, añade Aldo Ramírez, profesor del Centro del Agua de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del Tec de Monterrey. 

LOS USUARIOS

De acuerdo con las estadísticas de Conagua, en 2017 (fecha del informe más reciente publicado), se destinaron 87,842 millones de metros cúbicos de agua para uso agrícola, de abastecimiento público, para la industria autoabastecida y las termoeléctricas.

La actividad agrícola es quien recibe la mayor cantidad de agua: 76% (equivalente a 66,799 millones de metros cúbicos); en segundo lugar, está el abastecimiento público, con 14.4% (12,628 millones de metros cúbicos); para uso industrial integrado se destina 4.9% (4,267 millones), y para las termoeléctricas, 4.7% (4,147 millones).

Y aunque a nivel mundial las actividades agropecuarias consumen mayor cantidad de agua, nuestro país está un poco por encima de la media global, que es de 70 por ciento .

Aunque en estos indicadores hay importantes diferencias, por ejemplo, en India 90% de la extracción anual de agua dulce es para uso agrícola; 2.2%, industrial, y 7.4% para abastecimiento público; en Indonesia los porcentajes se reparten en 81.9% agrícola, 6.5% industrial y 11.6% abastecimiento público.

En contraste, Rusia destina 19.9% para uso agrícola, 59.8% para uso industrial y 20.2% en abastecimiento público; y en Francia el reparto es 10.4% agrícola, 71.5% industrial y 18.1% para abastecimiento público, de acuerdo con datos del Banco Mundial.

No obstante, esta proporción de uso agrícola del agua en México no necesariamente es una situación negativa.

“El uso del agua como principal fuente para lo agrícola es algo que se repite a nivel global, o sea, realmente la agricultura es una actividad muy intensiva en agua, y todos estamos de acuerdo que está bien usar el agua para que podamos comer”, sostiene Lobo.

Sin embargo, estas cifras reflejan quiénes son los principales consumidores de este recurso, y muestran que contrario a lo que muchas veces se afirma, es una actividad que consume un menor porcentaje del agua disponible en el país.

“En el caso de la industria no somos un jugador relevante en temas volumétricos. Sí somos un jugador visible”, considera Carlos Hurtado, Gerente de Desarrollo Sostenible de Fundación FEMSA.

Esto no quiere decir que ninguno de estos consumidores (agricultura, consumo doméstico, termoeléctricas e industria) emprenda acciones y desarrolle estrategias para hacer un uso más eficiente de este recurso.

“La verdad es que las mayores áreas de oportunidad las tenemos en el uso agrícola. Ahí es donde más ineficientemente usamos el agua. Y si los sistemas de riego son todavía los antiguos, convencionales, muchísima agua se pierde, no se le da realmente un uso productivo. A veces como que se hace un poco fácil encontrar un posible culpable, y si vemos a una gran industria que a lo mejor está utilizando volúmenes de agua importantes inmediatamente mucha gente voltea a decir ‘es culpa de la industria’, pero los números no dan así”, reconoce el catedrático del Tec de Monterrey. 

En este rubro el país también enfrenta serios contrastes, pues existen entidades como Sinaloa y Colima que destinan más de 90% del agua concesionada a la actividad agrícola; mientras que Quintana Roo y Guerrero, menos del 30%, y la Ciudad de México tan solo 0.1%, pues 97.1% va para abasto público.

En cambio, para la industria autoabastecida, Quintana Roo reporta que utiliza el 53% del líquido concesionado, mientras que Veracruz y Puebla entre 15 y 20%, en contraste con Guerrero y Sinaloa: 0.5%.

“En el caso de las ciudades y el campo es clarísima la tendencia y los números reflejan grandes ineficiencias y dispendio. El sector agrícola tiene varios elementos que es relevante poner sobre la mesa: no pagan por el uso del agua y no sólo eso, sino que tienen subsidios a la energía eléctrica para bombearla, con lo cual obviamente que tienen un incentivo desalineado para usarla de mejor manera”, señala Vázquez.

Conocer esta situación puede ayudar a comprender un poco mejor el problema del abasto del agua y encontrar posibles soluciones.

“Uno de los temas más importantes que tenemos que hacer como sociedad es reconocer que el tema del agua es un tema de todos y todos tenemos que trabajar en ello. Nosotros tenemos la plataforma de Fondos de Agua que es una plataforma de acción colectiva para traer a los diferentes miembros de la sociedad a crear una visión común de qué queremos o cuál debe ser nuestra relación con el agua basada en ciencia”, complementa Hurtado.

LAS ALTERNATIVAS

Extraer agua de los acuíferos o generar grandes obras de infraestructura, como el sistema Cutzamala, responsable de alrededor de 30% del abasto de agua en la Zona Metropolitana del Valle de México, han sido las alternativas más comunes para llevar agua a las ciudades del país.

Sin embargo, es necesario promover otro tipo de iniciativas y desarrollar soluciones basadas en ciencia y naturaleza para hacer frente a la carencia que cada vez será mayor si no se toman medidas.

“Traer agua de otras cuencas, de otros estados, implica conflictos que vemos en Cutzamala, conflictos que vemos en la Presa de El Zapotillo, conflictos que vemos en Sonora, con el Acueducto Independencia, conflictos que alguna vez también se dieron entre Nuevo León y Tamaulipas. En ese sentido, habría que pensar más en esas soluciones más naturales”, argumenta Ramírez.

Este tipo de iniciativas requiere no sólo la participación de los gobiernos, sino de la academia, la sociedad civil, la ciudadanía y la industria.

“Pensamos que las soluciones basadas en la naturaleza son de más largo plazo, pero en general sí son soluciones más de fondo, más duraderas, y que resuelven más problemas a la vez, problemas mucho más complejos en su contexto. Las soluciones basadas en la naturaleza en general tienen una serie de beneficios bastante amplias”, considera Lobo.

Este tipo de soluciones busca, entre otros efectos, mantener las áreas de recargas de los acuíferos para que se infiltre el agua adecuadamente; también implementar soluciones como el aprovechamiento del agua de lluvia o los sistemas de reuso, fomentar las lagunas de biorretención y humedales, entre otras alternativas.

Muchas de estas alternativas se han desarrollado y visto la luz gracias a los llamados Fondos de Agua, plataformas de colaboración de diversos actores, en su mayoría conformados por el sector privado, que promueven una serie de acciones y enfoques de actuación basados en la naturaleza para promover la seguridad hídrica en distintas ciudades del país.

En la actualidad existen al menos 26 instrumentos de este tipo en toda Latinoamérica, los cuales forman la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua,      una estructura de cooperación y colaboración que implementa e impulsa Fundación FEMSA, el Banco Interamericano de Desarrollo, The Nature Conservacy, el Fondo Mundial del Medio Ambiente y Medio Ambiente de Alemania.

“Los Fondos de Agua para nosotros tienen varios componentes que los hacen no solamente exitosos, sino creemos que pueden ser una piedra angular para esta nueva forma de hacer esta acción colectiva. El primero es: sentamos a la gente a la mesa a compartir una visión; es más probable que lleguemos a una solución compartida si todo el mundo compartimos la visión del problema y lo entendemos igual. Y para poder tener ese entendimiento es bien importante basarnos en ciencia”, explica Hurtado.

Una vez hecho eso, cada actor que participa en estos fondos aporta a la solución, según sus fortalezas, así, por ejemplo: la Iniciativa Privada convoca a los actores y empuja soluciones innovadoras, la academia aporta los estudios y conocimientos, los gobiernos crean las políticas públicas y asignan los presupuestos para implementarlas, y la sociedad civil vigila y convoca a la ciudadanía a formar parte de las soluciones.

LAS ACCIONES

Aunque la industria consume menos de 5 de cada 100 litros de agua concesionada en el país, la IP en general y muchas empresas en particular han tomado muy en serio su responsabilidad de cuidar este recurso.

“Sin duda alguna, la industria ha tomado un rol relevante en promover iniciativas innovadoras no sólo en el tema de Fondos de Agua, sino en inversiones tecnológicas. Y tiene sentido, pues el incentivo principal que tiene la industria es que si no son eficientes en el uso del agua difícilmente van a ser eficientes en la administración de sus operaciones y sus negocios. Entonces hay un incentivo muy claro y por tanto sí invierten muchos recursos orientados a promover el balance hídrico”, considera Vázquez.

Un ejemplo de esto es el caso de Coca–Cola FEMSA, que se compromete a que el agua que se usa para la producción sea tratada adecuadamente y regresada con calidad superior a lo que exige la norma ambiental. Adicionalmente el agua utilizada para la fabricación de bebidas también se regresa a la naturaleza.

“¿Cómo lo regresamos? Lo hacemos de varias formas: la primera es regresar el agua al medio ambiente o a las comunidades mediante esfuerzos, como por ejemplo las reforestaciones y el trabajo de la conservación, y esto es porque cuando tú reforestas un área lo que estás haciendo es como rehabilitar la esponja natural que tenemos ahí, entonces cuando llueve el agua en lugar de correr e irse, se detiene y se infiltra en nuestros mantos, entonces está regresando el equivalente a esa agua”, explica el gerente de Fundación FEMSA. 

También, añade, se desarrollan proyectos en comunidades que no tienen agua y se instalan pozos o estructuras captadoras de agua de lluvia. 

Estas acciones se basan en metodologías aceptadas internacionalmente que definen cuánto infiltra un árbol, un área conservada, o cuánta agua es captada por la infraestructura instalada.

Otro ejemplo es palpable en San Cristóbal de las Casas, en la zona de los Altos de Chiapas, una de las que tiene la más alta disponibilidad de agua en México, pues cifras de la Conagua indican que tiene un volumen de disponibilidad media anual de 33,908 millones de metros cúbicos. Ahí está la planta con mayor eficacia en el uso de agua de Coca-Cola FEMSA, pues registra un promedio de 1.17 litros de agua por litro de bebida producida. 

Esta planta cuenta con certificado Industria Limpia nivel 2 por parte de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en tanto que su Planta de Tratamiento de Aguas Residuales es la única en operación en la zona de San Cristóbal. 

Además, desde el 2008 ha promovido la siembra de más de 150 mil árboles, así como la instalación de 19 cisternas comunitarias, 38 techos captadores de agua, 45 huertos de traspatio, 35 estufas ahorradoras de leña y 15 huertos frutícolas.

EL FUTURO

En materia de abasto de agua, el precio de no hacer nada será, a mediano y largo plazo, mucho mayor que el de tomar las acciones necesarias para evitar una crisis de importantes dimensiones.

Promover el uso eficiente del recurso en todos los sectores, proteger y ampliar las zonas de recarga del acuífero, mantener y crear más infraestructura, fomentar la captación de agua de lluvia y la instalación de plantas tratadoras de agua son algunas de las alternativas que tienen que tomarse para evitar escenarios de grandes desabastos.

“Hay cosas que hacer en el camino, cuestiones culturales del reuso, cuestiones técnicas, pero hay que ir avanzando en esa vía: la cuestión del agua pluvial, pero la verdad, tenemos pocos casos en que pudiéramos decir ‘ah, miren, en esta ciudad sí se está trabajando en captación de agua de lluvia como un recurso adicional’. También como que por ahí podríamos caminar un poco más”, sentencia el catedrático del Tec.

Los cambios en los patrones de las lluvias generados por el cambio climático plantean un escenario de mayor incertidumbre y escasez.

“A lo mejor en un año cae la misma cantidad de agua en una región, pero en lugar de caer en tres meses cae en uno. Entonces eso te genera problemas de inundaciones, pero además hay sólo cierta capacidad de tener el agua almacenada y entonces el resto se va; y los periodos de sequía se están haciendo cada vez más intensos y más y más grandes”, expone Hurtado.

Por ello es necesaria la coordinación y cooperación de todos los sectores para encontrar la mayor cantidad de soluciones viables.

“En el caso del Valle de México hay estudios recientes de instituciones académicas como la UNAM, organismos como el Banco Mundial, que estiman que, en un momento dado, si seguimos en este esquema, tendencialmente a 50 o 60 años, los acuíferos del Valle pudieran verse comprometidos en términos de su vida útil y estoy seguro de que esto es un mismo fenómeno que se tiene en Monterrey, en Guadalajara y otros centros urbanos. 

“Esto deja ver la necesidad de tomar decisiones de fondo, deja ver la necesidad de invertir mayores recursos, deja ver la necesidad de ser más eficientes, de la innovación tecnológica, de promover nuevos modelos de gestión, de cuidar los ecosistemas, de prepararse mejor para los efectos del cambio climático, de tener un sistema financiero sólido para el sector del agua y de generar los incentivos adecuados para que todos los sectores y ciudadanos trabajen de manera conjunta”, agrega el Directivo de Agua Capital.

Y es que existen escenarios donde el impacto de los fenómenos climáticos puede ser muy severo en nuestro país, pues se estima que alrededor de 68% de la población y 71% del PIB estarían expuestos a los efectos negativos del cambio climático. Por citar un ejemplo se pudiera tener una reducción de cosechas entre 5 y 20% de lo actual; aunque si la situación se agrava se prevén reducciones entre 40 y 70% en la producción de alimentos.

“Pérdidas de esa magnitud son extremadamente severas y están ligadas completamente al ciclo del agua. Entonces, no estar atentos en la creación de soluciones es exponernos a crisis de magnitudes que no queremos estar expuestos. Tenemos que tomar acción, estar atentos, activos, haciendo planeación de más largo plazo, porque aquí de nada nos sirve rescatar la cosecha de un año si sabemos que esos fenómenos tienen aplicaciones de larguísimo plazo”, concluye Lobo. 

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