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El bosque boreal también peligra por el cambio climático

Arde, es víctima de insectos y se está reduciendo: tan vital para el futuro del planeta como la Amazonía, el bosque boreal que rodea el Ártico está tan amenazado por el cambio climático como la selva tropical de América del Sur.

Este gigantesco anillo verde, que se extiende por Canadá, Escandinavia, Rusia y Alaska, se está deteriorando por el incremento de los incendios forestales, el derretimiento del permafrost, las plagas de insectos y el aumento de las temperaturas.

Los expertos son categóricos en sus advertencias: en el norte, el bosque boreal está invadiendo la tundra, y en el sur, las praderas están desplazando a los árboles.

El bosque boreal, llamado así por Bóreas, el dios griego del viento del norte, cubre el 10 por ciento de la superficie terrestre y tiene un impacto decisivo en los océanos del norte del planeta y en el clima global.

Representa casi un tercio de todas las tierras boscosas del mundo y ayuda a frenar el calentamiento global al absorber una cantidad importante del dióxido de carbono liberado a la atmósfera.

En total, almacena el doble de carbono que todos los bosques tropicales juntos; también acumula un enorme volumen de agua dulce.

Siempre ha tenido cambios naturales, pero a los científicos ahora les preocupa que éstos sucedan con más frecuencia o que incluso se conviertan en la nueva norma.

Incendios forestales

Actualmente, los incendios forestales se multiplican en Alaska, Canadá y Siberia. Son una de las mayores amenazas para el manto boscoso del norte aunque, paradójicamente, también son esenciales para su supervivencia y evolución.

Los incendios liberan valiosos nutrientes en el suelo del bosque y crean huecos en la copa de los árboles que permiten el paso de la luz del Sol, lo que contribuye al crecimiento de nuevos árboles.

Los datos recopilados durante las últimas décadas indican que la creciente frecuencia e intensidad de los incendios ha alcanzado un nivel anormal.

«Ahora tenemos una temporada de incendios forestales más larga y severa. Son más intensos y cubren áreas más grandes», explica Yan Boulanger, investigador del Ministerio de Recursos Naturales de Canadá.

Los incendios destruyen dos veces más cubierta forestal en el mundo que a principios de siglo y el 70 por ciento de las superficies devoradas por las llamas en 20 años corresponden a bosques boreales, según datos satelitales publicados en agosto.

Calentamiento global

Los expertos del Global Forest Watch (GFW), el World Resources Institute (WRI), y la Universidad de Maryland, que recopilaron los datos, también informaron que las olas de calor extremo son cinco veces más probables que hace 150 años.

El calentamiento global está teniendo un efecto especialmente devastador en las regiones septentrionales, ya que las temperaturas aumentan dos o tres veces más rápido que en el resto del planeta.

El exceso de calor genera más rayos, que a menudo son los causantes de los incendios más devastadores, apunta Boulanger.

La destrucción de tierras boscosas por estos incendios provoca emisiones masivas de gases de efecto invernadero, que alimentan el cambio climático. Y si bien los incendios son una de las manifestaciones extremas del aumento de las temperaturas, hay otras consecuencias.

«Con el deshielo del permafrost hay potencial para grandes cambios», dice Diana Stralberg, investigadora del Ministerio de Recursos Naturales con sede en Edmonton, en el oeste de Canadá.

Durante el proceso de descongelación, las bacterias descomponen la biomasa almacenada durante miles de años, lo que genera emisiones de dióxido de carbono y metano, gases de efecto invernadero que a su vez aceleran el calentamiento global.

Plagas de insectos

El bosque también corre peligro por otro fenómeno provocado por las altas temperaturas: las plagas de insectos.

«Es como si hubiera estallado una bomba, todos los árboles de esta zona están muertos, matados por la polilla», apunta David Paré, especialista en carbono forestal.

La Lambdina fiscellaria es una polilla originaria de América del Norte que puede devorar todas las hojas y agujas de los árboles en una temporada, explica el investigador.

Los árboles ya están debilitados por la sequía y luchan por defenderse de insectos voraces que aprovechan los veranos más largos y los inviernos más cálidos.

Cientos de miles de hectáreas de tierras forestales ya fueron devastadas por el gusano cogollero, otra especie originaria de Canadá y el este de Estados Unidos que ataca principalmente a los abetos.

«Con el avance del calentamiento global, el gusano cogollero ahora puede llegar a áreas a las que antes no llegaba», agrega Louis De Grandpre, que estudia el bosque boreal desde hace 30 años.

¿Punto de inflexión?

Los científicos se preguntan si el bosque boreal se acerca al llamado punto de inflexión, un umbral más allá del cual las emisiones de carbono y metano son inevitables y los cambios en el ecosistema son irreversibles.

Para muchos queda la esperanza de la resiliencia de este ecosistema que ya ha sabido adaptarse. Stralberg cree que aún se puede limitar el daño.

«Observamos áreas que permanecerán más frías y húmedas en un mundo que se calienta, como las orillas de grandes lagos interiores, grandes complejos pantanosos y laderas orientadas al norte», explica.

«Estas son áreas donde podemos ganar tiempo para que las especies adaptadas al frío, como los abetos y el caribú, se ajusten al cambio climático en el corto plazo», apunta.

El monitoreo, la reforestación, las protecciones legales, el progreso tecnológico y las técnicas indígenas ancestrales -como las quemas controladas- pueden ayudar a mantener el sumidero de carbono, de acuerdo con los expertos.

La solución para que el bosque boreal siga desempeñando su papel esencial para la salud del planeta solo puede ser global, subrayan los especialistas.

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