Gracias a los frutos de las gélidas despensas de suslics árticos, los científicos han conseguido aislar suficiente tejido vegetal para devolver a estas plantas a la vida
En un artículo anterior escribimos sobre la posibilidad de que la ciencia pudiera llegar a conseguir la inmortalidad de los seres humanos, hoy nos centramos en lograr la resurrección.
Nos encontramos al noroeste de la gélida Siberia rusa, concretamente en la orilla del Río Kolimá, la zona favorita de los paleontólogos para encontrar huesos de mamut. Aquí, en 2012, un grupo de científicos encontró unos frutos congelados y enterrados en las despensas de madrigueras de suslics árticos (Urocitellus parryii), una especie de ardilla terrestre. Lo interesante del asunto es que estas cavidades se encuentran entre 20 y 40 metros bajo la superficie del nivel de hielo actual y a la misma profundidad que los restos de mamut, de rinoceronte lanudo y de otros representantes del paleolítico superior.
Tal y como publican en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el equipo del Instituto de Biofísica Celular de Rusia tuvo éxito al devolver a la vida a las mismas plantas que produjeron los frutos congelados. Al crecer, vieron que correspondían a la planta Silene stenophylla, un tipo de clavel, ya existente 30 000 años atrás. Hasta la fecha, las semillas más antiguas que se habían conseguido hacer brotar tenían solamente 2000 años, en un laboratorio de Israel.
Según el estudio, se cree que parte del éxito se debe a que una vez congeladas, las semillas nunca se volvieron a descongelar. El profesor David Gilichinsky, autor del estudio, afirmaba que «la presencia de cuñas de hielo verticales demuestra que las madrigueras fósiles y su contenido nunca se han descongelado desde el entierro y la congelación simultánea. Los suslics parecen haber escondido su alimento en la parte más fría de su madriguera, que posteriormente se congeló para siempre, presumiblemente debido a un enfriamiento del clima local».
Aunque en un principio no consiguieron hacer germinar las semillas maduras, lo consiguieron cultivando en su laboratorio partes de los frutos, correspondientes a “tejido placentario”. La teoría principal del equipo ruso es que las altas cantidades de sacarosa encontradas en las células del tejido podrían haber servido para preservarlas; una técnica que también se usa en medicina para preservar vacunas en continentes africanos muy calurosos, en los que no se las puede hacer llegar a su destino congeladas.
Pero el estudio va aún más allá. La criopreservación natural de tejido vegetal durante muchos miles de años demostraría el papel del permafrost como depósito de un acervo genético antiguo. De este modo, si usaran esta misma técnica de cultivo de tejidos, se podría incluso revivir plantas ya extintas.
Según las declaraciones para la BBC del doctor Probert, «predecimos que las semillas permanecerían viables durante miles, posiblemente decenas de miles de años. […] Entonces, también existe la oportunidad de resucitar plantas con flores que se han extinguido, de la misma manera que hablamos de devolver la vida a los mamuts, el mismo tipo de idea que en la película Jurassic Park».