El frágil escudo de gas que representa la capa de ozono lleva años amenazado por la utilización de aerosoles y productos químicos que rompen su equilibrio. En la década de 1970, los científicos alertaron al mundo sobre su declive y su papel crucial para el desarrollo de la vida en el planeta Tierra, ya que protege su superficie de la radiación ultravioleta nociva de los rayos del Sol. Un esfuerzo internacional que dio comienzo hoy, hace 35 años, ha resultado decisivo para el control del agujero y sus consecuencias.
Sin embargo, el comportamiento anómalo de los últimos años indica que, a pesar de que el agujero de ozono Antártico de 2019 fue uno de los menores registrado desde 1990, el año 2020 ha observado un récord en disminución de la capa de ozono en el Ártico debido al cambio en los patrones meteorológicos y de la circulación de la atmósfera, según declara la Agencia Estatal de Meteorología.
Color azul pálido, esta capa estratosférica de gas se encuentra en lo más alto de nuestra atmósfera, entre los 10 y los 40 kilómetros sobre la superficie de la Tierra. La alarma sobre su situación no saltó hasta los años 70, cuando los científicos descubrieron que los llamados clorofluorocarbonos (CFC), presentes en nuestros aerosoles, refrigeradores, disolventes y pesticidas, estaban abriendo agujeros en esta estructura vital. Las amenazas fueron descritas con detalle en un artículo de la revista científica Nature, una investigación revolucionaria a la que se otorgó en 1995 el Nobel de química.
Tres décadas de exitosa cooperación internacional
En aquel momento, la reacción de la comunidad internacional fue inmediata y decisiva. 28 países se pusieron manos a la obra a través del Convenio de Viena, que fue aprobado y firmado el 22 de marzo de 1985, hace hoy 35 años. Tan solo dos años más tarde, 197 países se volcaron en las medidas que decidieron durante el Protocolo de Montreal, pacto bajo el cual se comprometían a reducir la emisión de gases CFC y eliminar el 99 por ciento de las sustancias que destruyen la capa de ozono.
La capa de ozono es una parte importante de la estratosfera terrestre que absorbe la mayor parte de la radiación solar ultravioleta (uv). La radiación uv es la causa principal de quemaduras de sol y cáncer de piel
La Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) eligió el 16 de septiembre como fecha para la lucha por la protección de la capa de ozono en honor a la firma de este exitoso pacto mundial, convertido en uno de los acuerdos ambientales más importantes a nivel internacional.
“Gracias al Protocolo de Montreal, la capa de ozono se está recuperando y se espera que vuelva a los valores anteriores a 1980 para mediados de siglo”, afirma la ONU. “En apoyo al Protocolo, la Enmienda de Kigali, que entró en vigor en 2019, trabajará para reducir los hidrofluorocarbonos (HFC), gases de efecto invernadero con un gran potencial de calentamiento climático y dañinos para el medio ambiente”.
El proceso de destrucción de la capa de ozono
Cada año, al adentrarnos en la primavera austral, comienza el proceso de la destrucción de ozono sobre la Antártida tras haber alcanzado, en invierno, temperaturas por debajo de -78ºC. Según informa AEMET, «a estas temperaturas, se empiezan a formar nubes mezcla de agua y ácido nítrico denominadas nubes estratosféricas polares (PSC en inglés), en el seno de las cuales ocurren una serie de reacciones químicas que convierten compuestos halogenados inactivos provenientes de los CFCs y Halones en especies muy activas, especialmente compuestos de cloro y bromo”.
Cuando, al llegar la primavera, los primeros rayos de luz reaccionan con estos compuestos, liberan átomos de cloro y bromo que atacan por miles a las moléculas de ozono. Por tanto, el agujero de ozono en la Antártida comienza durante el mes de agosto, con la llegada de los primeros rayos solares, y según informa AEMET, “alcanza su máxima extensión entre mediados de septiembre y principios de octubre, momento en el que la radiación solar incidente comienza a calentar la masa de aire antártica que permite la regeneración del ozono”.
Evolución durante 2019 y 2020
En 2019, el agujero de ozono Antártico fue uno de los menores registrados desde 1990. A pesar de que el Protocolo de Montreal haya sido un éxito y estas sustancias hayan disminuido en gran medida, su concentración es suficientemente alta para mantener la destrucción de la capa de ozono durante la primavera Antártica.
“La mejora observada en 2019 es debida a las condiciones meteorológicas en la estratosfera polar antártica, mucho más activa de lo normal, lo que ocasionó que el agujero de ozono fuese el más corto desde que tenemos registros”, afirma AEMET.
NUESTRO PLANETA: LA CAPA DE OZONO
Durante el año 2020, se ha observado un récord en disminución de la capa de ozono en el Ártico debido a la meteorología, entre otras causas. “Durante la primavera la circulación estratosférica ha sido especialmente débil”, explican. “Esta circulación transporta aire rico en ozono de manera similar a los sistemas meteorológicos en la baja atmósfera. La ausencia de estos sistemas dio lugar a un inusual vórtice polar durante el invierno. El aire en el vórtice quedó aislado y, siendo su temperatura muy baja, las reacciones de destrucción de ozono debidas a las Sustancias Destructoras de la capa de Ozono (SDO) se vieron favorecidas, provocando el mayor agujero de ozono Ártico registrado hasta la fecha”.
Los últimos informes sobre la evolución de la capa de ozono indican que el nivel de las SDO continúan su disminución desde hace veinte años y observan una tendencia positiva en la recuperación de la alta estratosfera. “El mantenimiento de estas observaciones es de vital importancia para entender las interacciones entre el ozono y el cambio climático, la recuperación de la capa de ozono y los futuros efectos sobre esta”, indican desde AEMET.
El turno de los hidrofluorocarbonos
En base a este éxito y en un contexto enmarcado por la pandemia mundial del Covid-19, la ONU ha hecho un recordatorio sobre las decisiones y acciones colectivas que, guiadas por la ciencia, son la única forma de resolver las grandes crisis mundiales. En este sentido, el secretario general de las Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, ha aprovechado esta marcada fecha para alentar al mundo entero a que “tomemos el ánimo de cómo hemos trabajado juntos para preservar la capa de ozono y apliquemos la misma voluntad para sanar el planeta y forjar un futuro más brillante y equitativo para toda la humanidad”.
La aplicación del Protocolo de Montreal fue bien llevado a cabo, tanto en los países desarrollados, como en desarrollo, y algunas de las medidas programadas fueron llevadas a cabo incluso antes de lo previsto. En un principio, la atención se centró en los productos químicos con un mayor potencial de destrucción del ozono: los CFC y los halones.
Menos estricto fue el calendario de eliminación de los hidrofluorocarbonos (HCF), debido por un lado a su menos impacto y, por otro, porque también se han utilizado como sustitutos de transición de los CFC. La eliminación de estas sustancias se declaró en 1992 con el objetivo de lograr su eliminación en 2030 en los países desarrollados y 2040 en los países en desarrollo,
En 2009, tanto la Convención de Viena como el Protocolo de Montreal se convirtieron en los primeros tratados de la historia en lograr una ratificación universal.Bajo el lema ‘Ozono para la vida’, esta fecha pretende aupar a nivel global el recordatorio de que debemos continuar protegiendo la capa de ozono para las generaciones futuras y situar esta actuación global como ejemplo e inspiración de cara a la difícil situación social y económica que crea a nivel mundial la pandemia del Covid-19.