Tierra

Monte Fuji: mucho más que una montaña

Sitio espiritual, icono cultural y maravilla geográfica

El monte Fuji , con sus 3776 m de altura, es el pico más alto de Japón, resultado de una actividad volcánica que comenzó hace aproximadamente 100 000 años. Hoy en día, este monte y sus alrededores constituyen un destino recreativo muy popular para practicar el senderismo, acampar en la naturaleza o disfrutar de un momento de relajación.

Viajeros de todo el mundo acuden a las prefecturas de Shizuoka y Yamanashi para contemplar esta impresionante montaña, considerada como uno de los símbolos más emblemáticos del país. Para los japoneses, el monte Fuji es desde hace mucho tiempo un lugar de gran importancia espiritual y una fuente de inspiración artística.

Un objeto de culto

Con el paso de los siglos, los japoneses han ido forjando un vínculo espiritual con la montaña. Según cuenta la leyenda, el eminente religioso ascético Hasegawa Kokugyo (1541-1646) escaló la montaña más de 100 veces. Sus hazañas dieron lugar a la formación del Fuji-ko, un grupo de adoradores del monte Fuji de ideología similar. Esta secta construyó santuarios, creó monumentos rocosos y ayunó para dar constancia de su dedicación. El fanatismo de este grupo llevó finalmente al shogunato Tokugawa a prohibir la religión. Sin embargo, la larga tradición japonesa de culto a las montañas ha hecho que este monte siga siendo venerado y respetado, considerándose un lugar de gran importancia espiritual.

Un lugar de peregrinación

Más de 300 000 personas suben al monte Fuji cada verano. Sus cuatro rutas principales ofrecen a los visitantes la posibilidad de acceder a la cima desde distintos ángulos y hacer un alto en el camino en las zonas de descanso o estaciones, donde encontrarán diversos servicios y alojamientos. La mayoría de los excursionistas programan su ascenso para llegar a la cima justo antes el amanecer y poder contemplar desde lo alto cómo el sol cruza el horizonte. En tiempos pasados, el monte Fuji era un destino de entrenamiento para los monjes de la época y de peregrinación para las clases más bajas. Los numerosos santuarios situados al pie de la montaña dan fe de su importancia espiritual e histórica.

Un icono cultural

Las imágenes más icónicas del monte Fuji datan del período Edo (1603-1867). Las distintas obras xilográficas del artista Ando Hiroshige sobre el monte Fuji muestran imágenes de la montaña desde perspectivas y enclaves diversos, permitiendo así que gente de todo el mundo pudiera obtener una visión general de la región y sus formas de vida. Por su parte, los grabados en madera del maestro Katsushika Hokusai sirvieron de inspiración al artista occidental Vincent Van Gogh e incluso tuvieron cierta influencia en las obras del compositor Claude Debussy. Estas pintorescas vistas del monte Fuji realizadas durante el período Edo ayudaron a consolidar el reconocimiento de esta montaña como lugar de interés a nivel mundial.

Una maravilla geográfica

El monte Fuji se formó hace aproximadamente 100 000 años a consecuencia de erupciones volcánicas que fueron transformándolo hasta convertirlo en el pico más alto de todo Japón, alzándose a 3776 m de altitud. La última erupción tuvo lugar en el año 1707, duró 16 días e hizo que las cenizas volcánicas llegaran hasta lugares tan lejanos como Tokio. Esta actividad volcánica fue también el origen de Hoeizan (uno de los picos secundarios de Fuji), los cinco lagos situados al pie de la montaña y numerosas cuevas en las cercanías del bosque Aokigahara. Además, gracias a sus numerosos manantiales de aguas termales, esta región es un auténtico paraíso tanto para los que buscan aventuras al aire libre como para aquellos que quieren disfrutar de una escapada relajante.

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