“El tráfico de animales no tiene mucha visibilidad en México”, enfatiza Regina Ruíz, periodista mexicana, en una entrevista exclusiva para National Geographic en Español. “Las personas que tienen el nivel adquisitivo y compran estos animales tienen que saber que son parte del problema“.
En colaboración con la periodista Ivonne Castelazo, el documental Aullidos importados(2021) denuncia las dinámicas de explotación que padecen los monos saraguatos en México, como parte del mercado negro del sudeste del país. Aunado al estrés que la especie sufre por la deforestación, pierden la capacidad de desarrollarse adecuadamente al ser adquiridos como mascotas.
Ruíz considera que es necesario realizar un esfuerzo en conjunto con el Estado para frenar la extracción de monos saraguatos de su hábitat natural en Chiapas. Además de que la gente local piensa que podrá llevarse un buen dinero al venderlos a algún intermediario, no existen retenes serios que monitoreen el tráfico de especies en el sistema de carreteras nacionales.
Esta falta de control por parte de las autoridades estatales contribuye a que los traficantes puedan tomar y trasladar a los ejemplares capturados. Sin filtros en las casetas, el hecho de que haya policías en cada punto de cobro sirve de muy poco para frenar la comercialización de especies en peligro.
A lo mucho, según las periodistas que produjeron el documental, un captor podrá llevarse aproximadamente 1,000 pesos mexicanos por cabeza. En contraste, las crías se pueden vender a quienes quieren tenerlas en casa en 80 mil. Los locales no tienen bien claro que la cifra que reciben, en proporción, es ínfima. En contraste, si son detenidos por las autoridades, podrían enfrentarse a una pena de 15 años en cárcel.
En el campo, Ruíz se dio cuenta de que la ignorancia es una pieza clave en la maquinaria de explotación a la que los monos saraguatos —entre otras especies en peligro de extinción— son sometidos. Rara vez, los locales y los turistas tienen idea sobre el sufrimiento que implica la extracción de estos animales de la selva chiapaneca.
“Tomarse una foto con un mono saraguato es una hipocresía”, destaca Ruíz. “Estás lucrando con la idea de que estás ‘salvando a los monos’, pero estos animales no necesitarían quedarse en los hoteles. Deberían quedarse en su ecosistemas”.
El hecho de que los monos se acostumbren al contacto con seres humanos no ayuda a que tengan una rehabilitación sana. Por el contrario, después de haber vivido en jaulas minúsculas en el patio de alguien —en lugar de entre los árboles—, están deshidratados, enfermos y ya manifiestan indicios de un desarrollo desproporcionado.
Además de vivir en condiciones precarias al interior de casas particulares, los estragos que padecen estos animales al ser separados de su ecosistema natural y por presenciar la muerte de sus familias pueden ser vitalicios. Ansiedad, ira y depresión figuran entre los padecimientos mentales más frecuentes, según Ivonne Castelazo.
“Los monos son animales muy emocionales. En algunos casos, pueden morir a causa de sus sentimientos”, dice la periodista, con respecto a la similitud entre la sensibilidad humana con la de esta especie.
Así como pasa con las personas, la estabilidad emocional de los monos saraguatos incide directamente en cómo se relacionan con los demás y consigo mismos. Em este sentido, el caso de Mojito es icónico. Cuando los animales se sienten mal mentalmente, dejan de alimentarse adecuadamente, están tristes y dejan de socializar sanamente.
Por esta razón, Castelazo y Ruíz concuerdan en que la rehabilitación de los ejemplares afectados por estas dinámicas debe de ser lo menos ‘humanizante’ posible. De otra manera, se le arrebata parte de su naturaleza a los monos saraguatos quienes, en últimas, no son personas ni deberían de mantenerse como mascotas exóticas.