Encuentran bacterias resistentes a los antibióticos en los dientes de osos pardos que habitan los bosques de Suecia.
La resistencia a los antibióticos es un problema real y creciente desde hace décadas. Los osos pardos de los bosques de Suecia también la están sufriendo, incluso aquellos que no tienen contacto con humanos.
Un equipo de investigadores liderados por la microbióloga Jaelle Brealey, de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, quería investigar cómo los antibióticos penetran en el medio ambiente. Se sabe que estos y las bacterias resistentes a ellos pueden acabar en la naturaleza a través de las aguas residuales. También se han examinado sus consecuencias en los animales acuáticos. Sin embargo, comprender su impacto de manera más amplia es una labor más complicada.
Los científicos se pusieron a la tarea estudiando los cráneos de osos pardos de un museo fechados entre 1842 y 2016, más concretamente examinando sus dientes. La idea era obtener muestras de cálculo dental, una forma de placa que conserva muestras de las comunidades de bacterias que hay en la boca. El equipo secuenció estos genomas bacterianos, buscando los genes de la resistencia a los antibióticos.
Encontraron niveles crecientes de estas bacterias en los dientes de los osos a partir de la década de 1950. A esto le siguió un descenso después de que el gobierno sueco prohibiera el uso de antibióticos en la agricultura en la década de 1980, y luego implementara un programa para combatir la resistencia a los antibióticos en 1995.
«La abundancia [de bacterias] sigue de cerca el uso de antibióticos por parte de los humanos en Suecia, aumentando en el siglo XX y disminuyendo en los últimos 20 años», dijo Brealey. «También encontramos una mayor diversidad de genes de resistencia a los antibióticos en el pasado reciente, probablemente como resultado de los diferentes tipos de antibióticos utilizados por los humanos».
Los osos analizados procedían de distintas regiones de Suecia. Los investigadores pensaron que, en función de su proximidad a los humanos, los dientes presentarían mayor o menor resistencia a los antibióticos. La realidad es que no fue así. «Encontramos niveles similares de resistencia a los antibióticos en los osos de zonas remotas y en los que se encuentran cerca de las viviendas humanas», afirma la genetista Katerina Guschanski, de la Universidad de Uppsala (Suecia) y la Universidad de Edimburgo (Escocia). «Esto sugiere que la contaminación del entorno con bacterias y antibióticos resistentes está realmente extendida».
Los osos nacidos después de 1995 muestran niveles bajos de bacterias resistentes a los antibióticos, lo cual es alentador. Esos niveles no son tan bajos como antes de la introducción de la producción de antibióticos a escala industrial, en la década de 1940, pero es reflejo de que podemos actuar frente a los problemas medioambientales que causamos.
«Nuestro estudio de caso sugiere que las acciones humanas, tanto negativas como positivas, pueden tener un impacto directo en diversas comunidades microbianas, incluidas las asociadas a los animales salvajes», escribieron los investigadores, «y proporciona pruebas de que las políticas a gran escala que limitan el uso de antimicrobianos en los seres humanos y el ganado pueden ser eficaces para frenar la diseminación de la resistencia a los antimicrobianos a través de vías mediadas por el medio ambiente.»