China comenzó hoy a operar dos unidades generadoras de la central hidroeléctrica de Baihetan, que será, en términos de capacidad instalada total, la segunda más grande del mundo tras la presa de las Tres Gargantas, también en el país asiático, informó este lunes la agencia estatal de noticias Xinhua.
La planta se encuentra en el río Jinsha, uno de los principales afluentes del río Yangtsé, y se extiende entre las provincias de Yunnan y Sichuan (en el sur y el centro, respectivamente).
Baihetan, de 289 metros de altura y 709 de longitud, estará equipada con 16 unidades hidrogeneradoras, cada una con una capacidad de un millón de kilovatios, lo que la convertirá además en la central hidroeléctrica con mayor capacidad por unidad del mundo, según Xinhua.
El resto de unidades estarán operativas en julio de 2022, informa la fuente, y generarán como promedio más de 62.400 millones de kilovatios/hora de electricidad al año.
Reducir emisiones de CO2
La intención de las autoridades es que la central ahorre alrededor de 19,68 millones de toneladas de carbón y reduzca las emisiones anuales de dióxido de carbono en 51,6 millones de toneladas, las de dióxido de azufre en 170.000 toneladas y las de óxido de nitrógeno en 150.000 toneladas.
Las obras buscan también facilitar el transporte y prevenir las inundaciones en el Yangtsé, el río más grande de Asia y el tercero del mundo con 6.300 kilómetros y un caudal medio anual de 31.900 metros cúbicos por segundo.
“La capacidad instalada de energía hidroeléctrica en China ha ascendido a 361 millones de kilovatios, lo que supone una gran contribución al objetivo del país de invertir en energías limpias”, comentó hoy a la cadena estatal CCTV el experto local Gao Shiji.
El coste del proyecto serás de unos 34.000 millones de dólares (28.470 millones de euros), según la Corporación de las Tres Gargantas de China, la empresa constructora, recoge este lunes el diario hongkonés South China Morning Post.
China incluye dentro de las energías limpias la hidroeléctrica, aunque algunos grupos ecologistas se oponen al coste social y medioambiental que suponen este tipo de proyectos.