Entre todas las especies vegetales que forman parte del humedal de Xochimilco, una de las más llamativas a la vista de los visitantes es el lirio acuático: las flores violetas y azuladas que nacen de bulbos flotantes parecen un elemento más del ecosistema desde tiempos inmemoriales; sin embargo, se trata de una especie con el potencial para provocar daños ambientales irreversibles.
El lirio acuático (Eichhornia crassipes) es una planta flotante nativa de la cuenca del Amazonas, que no formaba parte del paisaje habitual del Valle de México hace 900 años, cuando las culturas prehispánicas asentadas alrededor del Lago de Texcoco crearon las chinampas, un sistema de agricultura sustentable y expansión territorial único en el mundo, reconocido como Patrimonio Mundial y Patrimonio Agrícola Mundial.
El lirio fue introducido en Xochimilco a finales del siglo XIX. La teoría más aceptada es que esta planta llegó al humedal de la mano de Porfirio Díaz y su esposa, Carmen Romero Rubio en 1897.
Sin ninguna información al respecto sobre la velocidad de reproducción de esta planta y las características que la convierten en una plaga en cualquier ecosistema acuático al que se introduce, el lirio acuático fue elegido por un único motivo: su belleza ornamental, en un momento histórico donde la riqueza cultural, el urbanismo, la arquitectura y las formas de hacer ciudad se medían a partir de su capacidad de imitar los cánones europeos.
Este contexto abonó para que algunas de las familias más acaudaladas del país continuaran introduciendo el lirio acuático desde Estados Unidos, a donde llegó trece años antes, como un regalo a los visitantes de una exposición de algodón celebrada en 1884.
Aunque en aquél entonces se consideró una especie ampliamente utilizada para embellecer estanques y cuerpos de agua; el lirio acuático hoy es catalogada por la FAO como maleza, mientras que la UICN la considera una de las 100 especies más invasoras del mundo.
A más de un siglo de su llegada a Xochimilco, el lirio desplazó a otras especies nativas y gracias a su acelerada capacidad de reproducción, comenzó a considerarse un problema en la década de los 90, debido a las dificultades que ostenta para la navegación y los flujos de agua, además de que acelera la evapotranspiración, puede impedir el paso de la luz y alterar el oxígeno disponible en el agua.
La forma más efectiva de controlar la población del lirio acuático es también la más costosa: año con año, más de 14 mil toneladas de maleza son recolectadas manualmente de los canales de Xochimilco, la mayoría pertenecientes a esta especie.
Debido su integración exitosa al ecosistema, eliminar de tajo el lirio acuático también presenta diversas problemáticas que podrían alterar el humedal.
No obstante, si se conserva en menor número y su población se mantiene controlada –una situación que aún no ocurre– es posible aprovechar su eficiencia para retener metales pesados e incluso utilizarlo como fitorremediador para mejorar cuerpos de agua, biocombustible para producir biogás, composteo, e incluso en la creación de prebióticos; todos proyectos que avanzan lentamente como una solución efectiva para revertir el papel de esta plaga en Xochimilco y otros cuerpos de agua del país.