La protección de la biodiversidad es una de las mejores vacunas frente a futuras pandemias zoonóticas, ya que los ecosistemas equilibrados amortiguan y contienen la dispersión de enfermedades de origen animal, según expertos consultados por EFE con ocasión del aniversario de la declaración del estado de alarma por la covid-19.
A pesar de que la sociedad “ha interiorizado el vínculo entre cambio climático y modelo energético”, aún “no es consciente de la relación entre la persecución de especies y la destrucción de ecosistemas” con la aparición de nuevas enfermedades zoonóticas, explica el biólogo y coordinador de conservación de WWF España, Luis Suárez.
Según un informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), existen “unos 800.000 virus no descritos que podrían afectar al ser humano”, unos patógenos que permanecen de forma natural en los hábitats “equilibrados”.
Suárez se ha referido a “la alteración de los ecosistemas del entorno de Wuhan (China) -el epicentro de la pandemia-, debido a la sustitución de los bosques autóctonos por otras especies de árboles”, lo que habría propiciado un incremento del número de murciélagos en la región, unos mamíferos voladores que “tienen una convivencia estrecha con muchos virus”.
Además, “si capturas esos murciélagos y los llevas a un mercado, donde coinciden con otras especies sacadas de su hábitat -como los pangolines-, y donde además hay mucha presencia humana”, se crea el “cóctel perfecto” para que el virus salte de una especie a otra y finalmente afecte al ser humano.
Según el coordinador de WWF, la solución “no debe limitarse a medidas reactivas de restauración y conservación” porque “lo que está destruyendo la Naturaleza es la deforestación por el consumo de madera y alimentos, la construcción de infraestructuras para transporte o energía, y el agotamiento de los recursos hídricos”, denuncia.
Expansión de los vectores de infección
A todos estos impactos se suma “el ascenso térmico vinculado al cambio climático”, que permite la expansión de los vectores de las enfermedades, es decir, “los animales que portan el virus y lo transmiten de una especie a otra”.Uno de los principales vectores son los mosquitos, cuya área de distribución, ligada a los ambientes tropicales, “se está extendiendo por España” gracias a especies exóticas invasoras como el mosquito tigre, un potencial transmisor del dengue.
“La mejor vacuna que podemos tener ante esta y futuras pandemias es conservar la biodiversidad”, asegura Suárez, ya que “si queremos proteger nuestra salud, tenemos que proteger la salud del planeta; mientras el planeta siga enfermo, nosotros también lo estaremos”, advierte.
El investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), Fernando Valladares, explica que “cuando sacas a un animal de su ecosistema, lo trasladas y lo mantienes cautivo”, su sistema inmune “se debilita, los patógenos que contiene se descontrolan y se convierten en animales infecciosos”.
La protección de la biodiversidad, la mejor vacuna
Con la intención de indultar a murciélagos y pangolines, Valladares recuerda que, “lejos de ser los responsables, los animales son los mejores filtros; la idea de que la vacuna ya la teníamos y no la hemos sabido aprovechar tiene total actualidad”.
En el caso de la covid-19, “hemos entrado en contacto directo con especies con las que tenemos poca historia evolutiva” una amenaza ante la que “nuestro sistema inmune no está preparado”, explica el investigador.
Además, en un mundo globalizado, “hacemos viajar a los patógenos en primera clase” ya que gracias al transporte, “los virus sortean barreras geográficas que de forma natural les serían impenetrables.”
La ganadería intensiva, una “bomba de relojería”
Pero las enfermedades de origen animal no sólo surgen en lugares remotos, ya que los patógenos relacionados con “las granjas de cerdos y aves para la producción industrial de carne, son una bomba de relojería”, asegura Valladares.
En estas instalaciones “se dan muchos de los factores que propician la aparición de enfermedades, porque son animales inmunodeprimidos y atiborrados de productos sanitarios”.
Sin embargo, si algún patógeno logra saltar esa barrera sanitaria artificial, “todos los individuos de la granja morirán al ser genéticamente muy próximos”, lo que convierte a las instalaciones de ganadería intensiva en potenciales focos de enfermedades zoonóticas.