El estudio de los patrones de desgaste en los dientes y los rastros químicos en huesos fósiles del lobo gris sugiere que un cambio en la dieta permitió a estos animales sobrevivir a la extinción de la era glacial.
Los lobos grises se encuentran entre los depredadores más grandes que han sobrevivido a la extinción del final de la última Edad de Hielo, hace unos 11.700 años. Hoy en día, pueden hallarse vagando por el bosque boreal y la tundra del Yukon, en Canadá, alimentándose sobre todo de alces y caribúes, sus principales presas y fuentes de alimento. Sin embargo llegar a nuestros días, más habitando en latitudes de climas y condiciones tan extremas, se presume, tal y como dan testimonio otras especies que perecieron en el intento, que no fue un camino fácil. ¿Cómo consiguió sobrevivir el lobo gris donde otros animales como los mamuts lanudos, los tigres dientes de sable, los leones de la cavernas, o los osos de cara corta, fracasaron estrepitosamente?
Un nuevo estudio dirigido por el Museo Canadiense de la Naturaleza apunta a que el secreto de estos animales fue la versatilidad de su dieta, y que al menos una de las claves de su supervivencia radicó capacidad de adaptarse a las presas que les ofrecía su entorno durante miles de años. Los resultados de la investigación se publican en la revista Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology bajo el titulo Dietary reconstruction and evidence of prey shifting in Pleistocene and recent gray wolves (Canis lupus) from Yukon Territory.
Para llegar a esta conclusión el equipo dirigido por la paleontóloga del museo, la doctora Danielle Fraser y la estudiante Zoe Landry, analizó numerosos dientes y huesos de cráneos fósiles tanto de lobos grises antiguos – de entre hace 50.000 y 26.000 años- como de otros más modernos. Todos los especímenes fueron recolectados en la región del Yukón, uno de los territorios más septentrionales del actual Canadá y que en el pasado fue el escenario de un ecosistema de estepa por el que vagaron los extintos mamuts y los bisontes esteparios.
Concretamente Landry y Fraser se basaron en modelos ya establecidos para determinar los hábitos alimentarios de los animales a partir de los patrones del desgaste microscópico de sus dientes. «Podemos estudiar el cambio en la dieta examinando los patrones de desgaste en los dientes así como los rastros químicos en los huesos del lobo«, explica Landry. «Estos pueden pueden aportarnos una valiosa información sobre que comió el animal durante toda su vida, incluso hasta unas pocas semanas antes de morir», añade. De este modo, las marcas de arañazos indicaron a los investigadores que los lobos grises habrían sido consumidores habituales de carne, mientras que la presencia de pequeños agujeros y fisuras, probablemente debido a masticar y roer huesos, sugieren que además de cazador, probablemente también fue carroñero.
Supervivencia, una cuestión de alimento
En la actualidad la dieta del lobo gris, basada principalmente en alces y caribús, está bien establecida pero, ¿cómo más allá de a partir de unas marcas en la dentición de los animales, han podido averiguar los científicos de qué se alimentaban los lobos grises entre hace 50.000 y 10.000 años? Para aportar esta información los investigadores evaluaron las proporciones de isótopos de carbono y nitrógeno extraídos del colágeno de los huesos fósiles de los animales. «Aquí entra en juego el axioma, eres lo que comes», afirma Landry, quien explica que los niveles relativos de isótopos en los huesos de estos depredadores se pueden comparar con los ya establecidos para sus presas.
Así, los resultados mostraron que los caballos, los cuales se extinguieron en la región durante el Pleistoceno, representaron aproximadamente la mitad de la dieta del lobo gris, y que aproximadamente el 15% de la misma procedía de caribúes, muflones y algunos mamuts. Todo esto en un momento en que los lobos habrían coexistido con otros grandes depredadores como los gatos de dientes de cimitarra o los osos de cara corta, cuya extinción podría haber creado nuevas oportunidades para que los lobos realizaran la transición hacia un abanico más amplio de presas.
«Esta es realmente una historia de supervivencia y adaptación de la Edad de hielo; y de como los lobos grises han realizado el camino hasta su versión más moderna en términos de adaptación ecológica», declara el experto en animales de la Edad de Hielo que poblaron Beringia, el doctor Grant Zazula, coautor del estudio y paleontólogo del Gobierno de Yukón. «Los lobos grises mostraron una gran flexibilidad para adaptarse a un clima cambiante y a las variaciones en el hábitat de un ecosistema que evolucionó desde la estepa hasta convertirse en un bosque boreal», continúa Fraser. «Su supervivencia estuvo estrechamente relacionada con la supervivencia de las especies de presas que podían cazar y comer», añade, un hallazgo con notables implicaciones para la conservación de la especie en la actualidad. Y es que dada la dependencia de los lobos grises modernos del caribú, los autores sugieren que la conservación actual de las poblaciones de estos se presume asimismo como un factor fundamental para mantener una población de lobos saludable. Los lobos mostraron su capacidad de adaptación en el pasado, pero desconocemos si al ritmo en que los cambios se están produciendo en la actualidad, los lobos grises podrían volverlo a hacer.
Fuente: nationalgeographic.com.es