Aunque pertenecen a la familia de cánidos, los perros salvajes africanos no son lobos ni perros. Ellos tienen su propio género.
El perro salvaje africano es conocido también como el perro cazador de El Cabo, el perro hiena y el lobo pintado. Este último nombre está asociado precisamente a su nombre científico, Lycaon pictus, y se refiere a la coloración del pelaje manchado del animal. Manchas rojas, negras, marrones, blancas y amarillas se dibujan a lo largo del cuerpo del cánido.
Una vida en grupo
Cada animal tiene un patrón de color único, que facilita su identificación y a diferencia de otros canes, el perro salvaje africano tiene cuatro dedos en sus patas delanteras en lugar de cinco.
Además, tiene patas largas, hocico corto y orejas grandes y redondeadas, que les permite lidiar con el estrés generado por el calor.
Solían vivir en toda África subsahariana, pero han desaparecido de la mayor parte de su área de distribución. Sus poblaciones más grandes se encuentran en las llanuras, sabanas y bosques abiertos de Botsuana, Zimbabue, Namibia, Zambia, Tanzania y Mozambique.
Son animales muy sociales que forman manadas con más de 60 miembros. Viven y cazan en grupos que suelen estar dominados por una pareja monógama.
Los perros africanos se alimentan de gran variedad de mamíferos, incluidos pequeños roedores y animales más grandes como los antílopes. La persecución de su presa puede durar hasta 2 km y los perros pueden alcanzar velocidades de hasta 72 km/h.
Tienen una mayor tasa de éxito de caza que los leones y leopardos. En lugar de asfixiar a sus presas como lo hacen los grandes felinos, las muerden hasta que dejan de correr. Sin embargo, si es un animal más pequeño, tiran de él con el fin de desmembrarla y las consumen rápido para evitar que las hienas se las roben.
Los perros regurgitan comida para otros miembros de la manada que se quedaron atrás, como cachorros, perros heridos o hembras preñadas. Dado que los cachorros son cruciales para la supervivencia futura de la manada, todos cuidan de ellos.
En riesgo de extinción
Desafortunadamente, los perros salvajes africanos están clasificados como En Peligro de extinción con menos de 6000 individuos en estado salvaje. Algunos factores que afectan a su población son la pérdida de hábitat, el conflicto con humanos, quedar atrapados en las trampas que cazadores furtivos ponen para cazar a otras especies y enfermedades infecciosas como el moquillo canino y la rabia.
Para proteger esta especie se recomienda crear corredores de vida silvestre que ayuden a conectar sus hábitats fragmentados y también a reducir posibles conflictos con los humanos.