Agua

La historia oculta del río Nilo

El río Nilo es el río más largo de África.

Aunque durante siglos fue considerado el río más largo del mundo, las mediciones de los años 2007 y 2008 constataron que el Amazonas es el río más largo del mundo, dejando al Nilo, con una longitud de 6.853 km, en segundo lugar.

El río Nilo se distribuye atravesando diez países: Egipto, Burundi, Sudán, Ruanda, Tanzania, Kenia, Uganda, República Democrática del Congo, Etiopía y Sudán del Sur, hasta desembocar en el mar Mediterráneo.

Aunque se considera que el origen del Nilo es el lago Victoria, la principal fuente del Nilo y el curso de agua más distante del Mediterráneo, es el río Kagera. Además, cuenta con dos grandes ramales que constituyen el Alto Nilo, el Nilo Blanco, que nace al este de África, y el Nilo Azul, que surge en Etiopía. Sin embargo, a día de hoy la búsqueda de las fuentes del Nilo sigue siendo un misterio sin resolver para los investigadores.

Durante siglos se ha considerado un símbolo para el desarrollo de la civilización. El pueblo egipcio, que concentraba sus ciudades bordeando el valle del río y el delta de este, en el Norte de Asuán, comenzó allí su historia y convirtió su región en la más fértil.

Gracias al Nilo, el Antiguo Egipto floreció, ya que en sus orillas se asentaron poblaciones y desarrollaron una economía agrícola y una sociedad centralizada. Un claro ejemplo de la magnificiencia del río Nilo es su cuenca hidrográfica, que comprende 3,25 millones de kilómetros cuadrados, aproximadamente el 10% de la superficie de África.

Las crecidas en el río Nilo eran recibidas en la antigüedad como una bendición, ya que era la principal fuente de agua del territorio. Así, se suceden diferentes leyendas sobre su origen y su gestión de las sequías, como es el caso de la leyenda del Dios Jnum.

La leyenda cuenta que, tras una grave sequía del Imperio Egipcio, el faraón Dyoser acudió al Dios Jnum, que custodiaba las cavernas entre las que se encontraba el nacimiento del río Nilo, en la isla Elefantina. El Dios Jnum apareció durante el sueño del Faraón y cuando este le indicó la grave sequía que padecía su pueblo, el Dios le reprochó no haber construido y reparado los templos, a pesar de los materiales y dones que él le había otorgado. Así, el Faraón prometió construirle un templo en la isla a cambio de que abriera las puertas del agua al río. Cuando el faraón se despertó, el caudal del río había subido de una manera notoria, y a sus pies reposaba una tabla con una oración al dios Jnum.

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