Aire

El cambio climático puede traer nuevas alergias

Estamos cambiando el clima, y ese cambio repercute en multitud de procesos y eventos, tanto en la atmósfera como en los seres vivos. Un cambio en el ambiente puede provocar modificaciones en el ciclo de vida de las plantas y animales que habitan ese ambiente, e incluso forzar a sus poblaciones a desplazarse.

Y como en el planeta, de alguna manera, todo está conectado, esos sucesos pueden llegar a afectar nuestra salud. Por ejemplo, con las alergias al polen.

Alterando los ritmos de las plantas

Es un hecho que las modificaciones ambientales producidas por el cambio climático global ocasionan cambios en el comportamiento de las plantas. El aumento de las temperaturas y un mayor contenido de dióxido de carbono atmosférico estimula la floración, que se adelanta respecto a su ciclo natural.

En algunas zonas, el polen de abedul, por ejemplo, se ha adelantado un promedio de 3 semanas en los últimos 20 años. En el mismo período, los pinos y las gramíneas han adelantado su polinización hasta 15 días.
Además, los períodos de floración son cada vez más largos.

Y esto tiene un efecto directo: al adelantarse y ampliarse los períodos de floración se adelanta el período en el que el polen es liberado al aire. Como consecuencia, los alérgicos a determinados granos de polen sufrirán las alergias primaverales cada vez más pronto y durante más tiempo.

Flores masculinas de abedul liberando polen

Cada vez más y más polen

Las variaciones de temperatura tienen además una influencia directa en la producción de polen. Si a esto se le añade una menor disponibilidad de agua, las plantas tenderán a producir mayor cantidad de flores para garantizar su descendencia. Mayor cantidad de flores por planta, y mayor cantidad de polen por flor, implica un incremento significativo en la cantidad de polen atmosférico.

En España se calcula que hubo un incremento de casi el 150% en el contenido anual de polen en suspensión en el aire entre 1983 y 2008. En algunas especies, como el ciprés, ese incremento se cuantifica hasta en un 229%.

También son muy superiores en olivos (195 %) y en gramíneas (174 %). Todas ellas plantas que producen polen alergénico.

Una mayor concentración de polen en el aire no solo perjudica a las personas alérgicas, además facilita la sensibilización de las que no lo son, favoreciendo la aparición de nuevas alergias.

Nuevo polen de otros lugares

Por otro lado, el cambio climático también altera la distribución de las plantas. En general, los cambios climáticos globales han producido y producirán eventos de migración, extinción y redispersión de especies y reorganización de la estructura ecológica.

Al alterarse el clima, las poblaciones tienden a desplazarse hacia donde el clima sea óptimo para ellas, y abandonan los lugares donde antaño residían.

Esto desestructura los ecosistemas complejos y afecta negativamente los procesos de sucesión ecológica. Cuando el clima cambia drásticamente, los árboles de un bosque perecen y la población vegetal se desplaza a otro lugar. Hasta que la vegetación vuelve a dominar el nuevo paraje puede pasar mucho tiempo, y el terreno en que el bosque ha desaparecido pasa a estar dominada por herbáceas y arbustos.

Todo esto tiene varios efectos. Por un lado, el polen alergénico alcanza nuevos territorios donde previamente no estaba, lo que puede causar la sensibilización de una parte de la población, que nunca ha tenido contacto con esos granos de polen. Además, en general, las herbáceas, entre las que se incluyen las gramíneas, tienen mayor producción de polen y más alergénico.

Gramíneas

Gramíneas

El efecto paralelo de los contaminantes

Si bien los contaminantes no son consecuencia, sino causa del cambio climático, también tienen su papel en las alergias al polen. Se ha observado que la presencia de contaminantes puede modular la expresión de ciertas proteínas presentes en el grano de polen, que son, al final, las responsables de la reacción alérgica. Esta sobreexpresión aumenta de forma directa la alergenicidad del polen, haciendo que las personas alérgicas sufran peores reacciones, y que se facilite la sensibilización por parte de aquellas que no lo son.

Dados todos estos hechos, es importante mantener series históricas de períodos de floración y liberación de polen y un seguimiento activo de las poblaciones de plantas con polen alergénico, con el fin de poder predecir las futuras tendencias y poner en marcha medidas que puedan prevenir episodios epidémicos de alergias. También es esencial prestar atención a la composición florística de nuestros parques y jardines, y evitar introducir especies que puedan suponer un riesgo para la salud pública. 

La mayor parte de los acontecimientos de tipo epidemiológico tienden a remitir o a atenuarse; sin embargo, con las alergias al polen, debido al cambio climático y los impactos asociados, ocurre lo contrario. Es un problema de salud pública que cada vez cobra mayor peligrosidad. De ahí la necesidad de reflexionar seriamente sobre nuestra gran capacidad de modificar la naturaleza que nos rodea, y los posibles efectos negativos que esas modificaciones pueden provocar incluso sobre nosotros mismos.

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