Tierra

¿Por qué la Patagonia se llama así?

En el siglo XVI la corona española estaba obsesionada con que los portugueses no se le anticipasen en el descubrimiento del paso interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico. Para ello no tuvieron mejor idea que recurrir a un piloto portugués.

Fue contratado don Hernando de Magallanes. Como era costumbre en la monarquía española, el dinero para financiar la expedición lo debían aportar los interesados, y Magallanes lo encontró en el rico comerciante Cristóbal de Haro, que sería su socio capitalista en la aventura.

La expedición de Magallanes llegó a la bahía de San Julián, en la actual Santa Cruz, en marzo de 1520. El capitán portugués decidió que había que esperar por la primavera para seguir.

Exposición ‘El viaje más largo’, inaugurada por los reyes de españa en el Archivo General de Indias de Sevilla, que reúne y exhibe por primera vez al público un total de 106 piezas y textos originales pertenecientes tanto a este Archivo como a otras instituciones españolas y europeas, de algunos de los principales documentos de la primera vuelta al mundo que hace 500 años lideraron Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano. EFE/Raúl Caro

Mientras tanto, los marinos comenzaron a asombrarse con lo que veían, como lo refleja este texto del cronista de la expedición, el italiano Antonio Pigafetta: “Un día se nos presentó un hombre de estatura gigantesca. Estaba en la playa casi desnudo, cantando y danzando al mismo tiempo y echándose arena sobre la cabeza. El comandante envió a tierra a uno de los marineros con orden de que hiciese las mismas demostraciones en señal de amistad y de paz: lo que fue tan bien comprendido que el gigante se dejó tranquilamente conducir a una pequeña isla a la que había abordado el comandante».

(…) Al vernos (el gigante) manifestó mucha admiración, y levantando un dedo hacia lo alto, quería sin dudas significarnos que habíamos descendido del cielo. Este hombre era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura. Era bien formado, con el rostro ancho y teñido de rojo, con los ojos circulados de amarillo, y con dos manchas en forma de corazón en las mejillas. Sus cabellos, que eran escasos, parecían blanqueados con algún polvo.»

“El nombre provenía del Gigante Patagón, un personaje de ficción popular, que llegó a aparecer en el Amadís de Gaula, la novela de caballería que Cervantes satirizó en su Quijote.”

(…) El comandante en jefe mandó darle de comer y de beber, y entre otras chucherías, le hizo un gran espejo de acero. El gigante, que no tenía la menor idea de este mueble y que sin duda por vez primera veía su figura, retrocedió tan espantado que echó por tierra a cuatro de los nuestros que se hallaban detrás de él. Le dimos cascabeles, un espejo pequeño, un peine y algunos granos de cuentas; enseguida se le condujo a tierra, haciéndole acompañar de cuatro hombres bien armados”.

Algunos dicen que de aquí deriva el nombre de la zona sur argentina conocida como Patagonia, por el nombre de “Patagones” que le dieron los hombres de Magallanes a los habitantes originarios.

El nombre provenía del “Gigante Patagón”, un personaje de ficción popular, que llegó a aparecer incluso en el Amadís de Gaula, la novela de caballería que Cervantes satirizó en su Quijote.

Cuando Magallanes advirtió las primeras señales de cambio de clima ordenó a la flota zarpar inmediatamente. Pero muchos marinos temían que yendo más al sur podrían caerse del mapa y organizaron un cruento motín.

Magallanes tomó drásticas medidas: dos capitanes, Luis de Mendoza y Gaspar Quesada, fueron ejecutados con espada; Juan de Cartagena y el cura Pedro Sánchez Reina quedaron abandonados en la costa, una muerte diferida.

Así Magallanes logró sofocar este motín pero al poco tiempo estalló otro y una nave entera, la San Antonio, se volvió con los rebeldes a España.

Hernando de Magallanes logró finalmente ponerle su nombre al famoso estrecho. Pero, como Solís, no pudo disfrutar de la gloria. Murió en el viaje de regreso y fue reemplazado por su lugarteniente, Juan Sebastián Elcano, quien sí logró llegar a Sevilla con 18 sobrevivientes y contarle a Carlos V las peripecias de su viaje y los negocios que podrían abrirse para el Imperio.

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