Alqod Mahmoud se encuentra en la orilla del río Diyala y mira con impotencia el cauce casi seco, donde antes fluía un torrente furioso. Diyala significa «río que grita” en kurdo. Sin embargo, por estos días, apenas es un susurro.
La temporada de lluvias en la región autónoma del Kurdistán iraquí suele durar algo menos de tres meses al año. Pero en el pueblo natal de Mahmoud, Topkhana, que depende del Diyala para regar sus cultivos, los lugareños afirman que la situación nunca ha sido tan mala como este año.
Hace tres años, Mahmoud, que a sus 33 años es el mukhtar, o líder del pueblo, invirtió 1.700 dólares en una nueva bomba para traer agua del Diyala para regar sus campos. Ahora, la tubería cuelga inútilmente sobre un lecho de grava seca. Lo que queda del río corre demasiado lejos de la aldea y demasiado bajo y poder regar sus campos.
Entre las razones de la desecación del Diyala se encuentra el aumento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones, consecuencia del cambio climático. Sin embargo, Mahmoud culpa también al vecino Irán. «Los iraníes han construido una nueva presa. Quieren quedarse con toda el agua para ellos”, señala.
Irak depende en gran medida de los recursos hídricos que se originan más allá de sus fronteras. Es el caso del Diyala, que nace en los montes Zagros, en el este de Irán, donde se llama Sirwan, y recorre la frontera entre ambos países antes de cruzar a Irak para unirse al Tigris en Bagdad.
Pero a 28 kilómetros aguas arriba de Topkhana, dentro del territorio iraní, la presa de Daryan, de 169 metros, corta el caudal del río. Es la mayor presa de un proyecto nacional aún mayor. El Proyecto de Aguas Tropicales en curso en Irán incluye 14 presas con una capacidad de 1.900 millones de metros cúbicos, así como 150 kilómetros de túneles subterráneos que desvían el agua a las zonas rurales del sur de Irán.
La escasez de agua provoca protestas en Irán
La sequía lleva años desplazando a los agricultores y alimentando los disturbios en Irán. A finales de julio, las autoridades iraníes llegaron a utilizar armas de fuego contra los manifestantes, según los medios de comunicación. Las últimas protestas fueron provocadas por la escasez de agua en la región de Juzestán, en el suroeste del país. Aquí, las temperaturas habían subido a más de 50 grados centígrados. Los científicos creen que las temperaturas en Irán seguirán aumentando en el futuro, y que las sequías serán cada vez más frecuentes.
«A menos que Irán aproveche sus recursos hídricos, el país entrará en una grave crisis en 2036 y se enfrentará a una migración masiva”, afirma Banafsheh Keynoush, miembro del Instituto Internacional de Estudios Iraníes y antiguo consultor del Banco Mundial. Para las autoridades iraníes, «los intereses de Irak son irrelevantes”, añade sin rodeos.
Irak ve descender los niveles de agua
La presa de Daryan se inauguró oficialmente en 2018, pero fuentes del Kurdistán iraquí aseguran que empezaron a notar el impacto en 2020, y queeste ha sido más intenso desde el final de la última temporada de lluvias, esta primavera.
Mahmoud no sabe cuánto tiempo más podrá soportar esto la población de Topkhana. «Dentro de uno o dos años como máximo, probablemente tendremos que irnos todos de aquí”, dice desesperado. «Nos desplazarán a la ciudad y allí no tendremos más remedio que trabajar como esclavos para alguna empresa, o luchar como vendedores ambulantes”.
Los habitantes del pueblo no son los únicos que sufren la escasez de agua. A unos 30 kilómetros río arriba se encuentra la presa de Darbandikhan. El embalse que hay detrás es un importante depósito de agua para toda la cuenca del Diyala. Pero este año, el nivel del agua es amenazadoramente bajo.
Namiq Mustafa, subdirector del Departamento de Hidrología y Meteorología de la presa de Darbandikhan, deja caer sobre una mesa una serie de documentos con datos y estadísticas. «Normalmente, en marzo, después de los tres meses de lluvia, la afluencia media en la presa alcanza de 400 a 500 metros cúbicos de agua por segundo”, dice. «Este año apenas ha sido de 28”.
Las repercusiones se dejan sentir en toda la economía, ya que los agricultores se ven obligados a abandonar los cultivos que requieren mucha agua.
La escasez de agua en el norte de Irak impulsa las exportaciones iraníes
El mercado de Kalar bulle cada mañana. La ciudad, con sus 250.000 habitantes, está situada a orillas del río Diyala, más al sur de Topkhana. Los comerciantes ofrecen su mercancía a través de megáfonos: fruta fresca, verduras y pescado. Sin embargo, lo que ocultan es el origen de sus productos.
Solo en privado nos dicen que importan gran parte de ellos de Irán, como consecuencia de las pérdidas de cosecha en Irak. «Un pescado procedente de Irán”, admite el dueño de un puesto, «cuesta la mitad”. «Lo mismo ocurre con las verduras. Para nosotros, se ha vuelto mucho más barato importar productos que producirlos nosotros mismos”.
En el centro de Kalar, los comerciantes cuentan la misma historia. Jabar Abdallah Mawlud está sentado frente a su tienda con una chaqueta gris y pantalones holgados, típicos de los hombres kurdos. «Tenía una granja en Qoratu, justo al lado del río”, dice este hombre de 56 años. «Solíamos cultivar arroz, tomates, quimbombó y sandías. En mi tienda vendía las frutas. Ahora todo ha desaparecido. Todos los productos que se ven aquí tuve que importarlos de Irán”.
Según los medios de comunicación locales, Irak ha sido el destino de más de un tercio de las exportaciones agrícolas de Irán desde 2016. Abdulmutalib Raafat Sarhat, profesor de gestión de recursos hídricos de la Universidad iraquí de Garmian, en Kalar, cree que las presas tienen otra finalidad que la de satisfacer las necesidades de agua de Irán. «Mientras la economía iraní se resiente a causa de las sanciones de Estados Unidos, el país intenta resolver sus problemas financieros haciendo de Irak su mercado”, explica.
La sequía alimenta las tensiones internacionales y nacionales
El acceso al agua se ha convertido desde hace tiempo en una cuestión política. A medida que avance el cambio climático, también habrá más sequías. Así, existe el riesgo de que la estrategia de adaptación de un país provoque una crisis en otro. El único marco jurídico internacional aplicable es el Convenio sobre el Agua de la ONU. Irak ratificó el convenio en 2001. Sin embargo, Irán nunca lo adoptó y Turquía, otro importante actor en la región, votó en contra.
En junio, el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) hizo un pronóstico sombrío para la región con su herramienta en línea «Agua, Paz y Seguridad (WPS, por sus siglas en inglés). En él, los expertos «prevén nuevos y continuos conflictos en amplias zonas del norte, centro y sur de Irak durante los próximos doce meses” como consecuencia de la escasez de agua.
En el verano de 2018, unas 118.000 personas fueron hospitalizadas en Basora con síntomas relacionados con la mala calidad del agua, lo que llevó a los ciudadanos a asaltar la autoridad sanitaria local.
En las protestas que tuvieron lugar a finales de 2019 en Bagdad, participó el activista Ali Alkharki. Dice que la indignación por la corrupción y las dificultades económicas está estrechamente relacionada con la escasez de agua. «Cuando formo a jóvenes activistas en Irak, siempre me gusta sorprenderles diciendo que el motivo de las protestas en Bagdad y Basora son causadas por el agua”, explica Alkharki.
«Es una cadena”, explica. «Si no tenemos suficiente agua, tenemos que abandonar nuestros campos. Los agricultores, los conductores y los vendedores pierden sus empleos. El resultado es la inseguridad y la pobreza. Entonces la gente sale a la calle y protesta”.
El año pasado, Alkharki huyó de la capital iraquí hacia Solimania, en el norte. Aquí trabaja para la campaña Save The Tigris. «Pueden llamarnos activistas medioambientales”, dice, «pero en realidad realizamos una labor humanitaria. Lo que está en juego es el futuro de la generación actual y de la siguiente”.
¿Combatir las presas con más presas?
El Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) no tiene ninguna influencia sobre lo que hace Irán más allá de sus fronteras. Pero ha encontrado una solución para hacer frente al problema, construir más presas.
Desde 2014, se han propuesto 245 presas en el Kurdistán iraquí. Akram Ahmed Rasul, director general de la Dirección de Presas y Embalses del GRK, afirma que 14 de estas presas ya están listas, 17 se encuentran en construcción y otras 40 en fase de planificación.
Rasul subraya que las presas se abrirán cuando el gobierno de Bagdad lo solicite. Pero muchos temen que el GRK se limite a retener el agua a expensas del resto de Irak y utilice el control de los embalses como palanca política en las disputas con Bagdad.
Alkharki lamenta que las presas se hayan convertido en la solución a la escasez de agua, incluso en lugares tan alejados de la corriente que no hay suficiente agua para que sean viables, «como en el sur”, dice, «en Basora, donde sería imposible construirlas. Lo cierto es que no se puede luchar contra las presas si las construimos nosotros mismos”.