Los peces payaso de vivos colores, protagonistas en Buscando a Nemo, se enfrentan a obstáculos en la naturaleza, como la sobreexplotación para los acuarios domésticos o el blanqueo de sus hogares, corales y anémonas, por el calentamiento marino inducido por el cambio climático. Y ahora hay un tercer diente en este tridente letal: la contaminación lumínica.
Un nuevo estudio, publicado en Biology Letters, revela que los peces payaso, que dependen de los arrecifes de coral, no pueden reproducirse cuando se exponen a luz artificial.
La luz artificial que arrojamos sobre la Tierra pone en peligro a animales de diversos ecosistemas. Durante la noche, las luces alteran las migraciones nocturnas de las aves. Las plantas florecen antes de tiempo. Las tortugas marinas evitan anidar en playas muy iluminadas. Las aves cantoras empiezan a trinar más temprano.
«Pero no pensamos en los posibles impactos en los sistemas submarinos», afirma Emily Fobert, ecóloga marina de la Universidad Flinders, en Australia, y autora principal del estudio.
«No esperaba que el resultado [del estudio] fuera que no eclosiona ninguno», afirma Thomas Davies, ecólogo de conservación de la Universidad de Bangor, en Gales.
Niditos de amor para peces payaso
Fobert y sus colegas analizaron diez parejas de peces payaso en un laboratorio: cada pareja tenía su propio «nidito de amor» acuático. La mitad de los tanques estaban expuestos a la luz habitual de un arrecife de coral natural: 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad. Pero la otra mitad experimentaba un nivel bajo de luz artificial por la noche que imitaba la contaminación lumínica de una localidad costera media.
Los investigadores contaron la frecuencia con la que desovaban los peces, cuántos huevos fertilizaban y cuántos eclosionaban en los 60 días posteriores.
Los resultados fueron sobrecogedores: «Ningún pez eclosionó cuando la luz estaba presente», explica Fobert. Los peces payaso expuestos a luz artificial por la noche sí desovaron y los huevos se fertilizaron a un nivel similar que en los peces sometidos a condiciones normales. Pero no se produjo eclosión.
En cuanto los investigadores retiraron la luz durante la noche, los huevos volvieron a eclosionar e igualaron la tasa de eclosión de los peces normales.
Antes de eclosionar, los huevos sufren un cambio de color, adoptando un tono plateado. Todos los huevos se volvieron brillantes y los huevos bajo un ciclo normal de luz y oscuridad eclosionaron. Pero los investigadores observaron durante varios días cómo los huevos expuestos a la luz por la noche no eclosionaban. El color plateado desaparecía y el huevo adoptaba una tonalidad opaca.
Según Karen Burke da Silva, coautora de la Universidad Flinders, experta en peces payaso y directora de la organización Saving Nemo, invertir todo ese tiempo y energía y no conseguir que eclosionen los huevos es una tragedia mayor.
«Los padres pasaban más tiempo despiertos por la noche y cuidaban muchísimo de estos preciosos embriones», afirma Burke da Silva.
Los machos más pequeños cuidan de los huevos, los abanican y los limpian. Como la reproducción de estos peces tiene un coste energético desorbitado, esto podría tener consecuencias que aún deben calcularse, según Fobert.
¿Qué le depara el futuro a Nemo?
En la naturaleza, los peces payaso utilizan anémonas como niditos de amor individuales, con una pareja por anémona. La mayoría de los peces payaso viven en aguas poco profundas, a unos nueve metros de la superficie del agua. Fobert afirma que los peces que viven a más profundidad no estarán tan afectados por la luz, pero no cabe duda de que la luz alcanzará a peces como los peces payaso.
Las parejas de peces payaso que viven a poca profundidad podrían «quedarse atrapadas en una mala situación», afirma Burke da Silva. Hallar una nueva anémona con menos luz resultaría difícil, ya que las buenas anémonas ya están cogidas. Los peces payaso son territoriales y protegen sus hogares ferozmente. Una anémona abierta más lejana podría atraerlos, pero los peces payaso no son buenos nadadores, de forma que mudarse más lejos no es una buena opción.
«La luz artificial puede ejercer impactos con graves consecuencias para las poblaciones», afirmó Davies. «Un cero por ciento de eclosión es básicamente no contar con la próxima generación y podría provocar la extinción de una especie. Es bastante grave». Al menos en un área localizada, la población podría desaparecer.
Los investigadores llevaron a cabo el experimento durante unos meses, de forma que este estudio solo exploró brevemente los posibles efectos de la contaminación lumínica. «La investigación es muy emocionante, pero plantea muchas más incógnitas. Solo hemos arañado la superficie», afirma Fobert.
Swearer afirma que el siguiente paso consistirá en estudiar cómo afecta la contaminación lumínica a los peces payaso a largo plazo. Como los peces payaso pueden vivir hasta 30 años, será importante comprender si el pez puede adaptarse a la luz o si no podrán tener crías durante toda su vida.
«Aunque resulta deprimente, aún queda esperanza», afirma Bolton. No demos por perdidos todavía a estos carismáticos peces payaso.
Stephen Swearer, biólogo marino de la Universidad de Melbourne en Australia y coautor del estudio, declaró que aunque no observaron una reducción de las tasas de desove y fertilización en el estudio, los niveles superiores de luz —como la luz de un muelle 2000 veces más intensa que la luna llena— podrían causar un mayor impacto.
Sistemas marinos brillantes
La luz artificial nocturna procede de áreas desarrolladas: casas, farolas, hoteles y oficinas. En todo el mundo, casi el 80 por ciento de las personas viven en zonas con contaminación lumínica. Y el problema no hace más que aumentar —con el cambio a luces LED más baratas y eficientes— más de un 2 por ciento al año.
Pero las luces LED suelen emitir más luz en longitudes de onda más cortas: luz azul. En humanos, la luz azul provoca un aluvión de efectos en la salud —como la alteración del sueño—, ya que interrumpe el ciclo normal de la hormona melatonina. Y, según explicó Fobert, es esa misma luz azul la que penetra a más profundidad en el agua y la que más puede alterar los sistemas naturales.
Los animales han desarrollado relojes internos —cuándo alimentarse y reproducirse, o cuándo dormir— basándose en el día y la noche. La exposición a la luz durante un periodo que debería ser oscuro confunde los ritmos biológicos.
En el caso de las diminutas crías de peces payaso, el inicio de la oscuridad hace que sus huevos eclosionen durante un periodo más seguro, para evitar a los depredadores. Fobert especula que es muy probable que la exposición a la luz durante horas cruciales tras el crepúsculo sea la culpable de esta reducción de la eclosión. Si reinara la oscuridad en las horas fundamentales, los huevos podrían eclosionar.
Damon Bolton, ecólogo marino de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia y que no participó en el estudio, sostiene que para muchos animales, la evolución ha estado estrechamente vinculada a las señales lumínicas, de forma que los resultados del estudio van más allá de los peces payaso y afectan a otros organismos marinos. Pero Davies advierte que «probablemente sea un gran salto aplicar este [resultado] a todos los peces».
Quizá no observemos un efecto tan drástico en la reproducción de otras especies, pero las diferentes etapas vitales, como el periodo larval temprano, podrían sufrir cambios.