Tierra

Los animales de Chernóbil muestran una sorprendente capacidad de supervivencia

Tanto en los animales como en las personas, la radiación destruye los genes. Incluso pequeñas dosis pueden romper los frágiles hilos de ADN y provocar errores de copia que dan lugar a mutaciones perjudiciales o mortíferas. Las grandes dosis de radiación resultan más mortíferas todavía,pero no tanto como algunos pensaban, según unos ‘investigadores estadounidenses en Chernóbil, que han visto la gran capacidad de superviviencia de los animales.

El mayor accidente nuclear civil de la historia, que se produjo en Chernóbil en 1986, convirtió de manera inesperada una gran zona de Ucrania en un laboratorio en el que animales y personas han sido sometidos a fuertes dosis de radiación durante largos periodos de tiempo. Los resultados de los trabajos que se efectúan en ese laboratorio son sorprendentes. Un equipo de investigación estadounidense ha aplicado por primera vez técnicas molecula-. res en genes de animales capturados en un área muy contaminada del entorno de Chernóbil y ha descubierto índices de mutación que superan con mucho esperado. La cantida de cambio evolutivo desde el accidente, dice uno de los miembros del equipo, es mayor que la que se daría normalmente en algunas especies en 10 millones de años.

46 mutaciones

En el encuentro anual de la Sociedad para el Estudio de la Evolución, celebrado en Montreal en julio, un grupo de investigación estadounidense informó que habían detectado un índice de mutación «extraordinario» en el ADN mitocondrial de ratones dé campo de la zona contaminada. Detectaron un total de 46 mutaciones al analizar un gen en nueve ratones que se hallaban dentro de la zona restringida de 30 kilómetros, Y sólo cuatro mutaciones en 10 animales recogidos más lejos.Lo sorprendente es que los animales están logrando sobrevivir y multiplicarse con este enorme número de mutaciones, dice Ron Chesser, de la Universidad de, Georgia, jefe del grupo. Hay «muchos más errores de lo que se consideraba posible en una población que se multiplica», dice. Aunque los animales parecen sanos, dice Chesser, el índice de mutación supone que se hallan en el límite de lo que pueden soportar.

Ádemás, los nuevos resultados hacen que surjan inmediatamente preguntas sobre cómo afecta la exposición a la radiación de los humanos, tema sobre el que apenas se dispone de datos. El grupo estadounidense ha intentado, sin éxito, conseguir tejidos humanos procedentes de hospitales de la zona para realizar estudios. Después de años de informes anecdóticos, unos científicos hicieron saber en junio, por medio de la revista británica Nature, que el índice de cáncer de tiroides entre los niños ucranios se ha multiplicado por cinco en el conjunto de la población-y por 30 en los pequeños que vivían más cerca de Chernóbil.

Poco después del accidente nuclear, los trabajadores de limpieza y los científicos que penetraban en la zona empezaron a observar un enorme aumento de la población de animales, desde ciervos a ratones de campo, pasando por búhos. Ello a pesar de que se calcula que el accidente de Chernóbil emitió 10 veces más radiación que la bomba de Hiroshima. Los animales de la zona ingieren cesio radiactivo con las plantas que comen; y partículas radiactivas que se encuentran suspendidas en el agua y en la hierba se adhieren a los animales al pasar. Cuando el equipo de Chesser intentó utilizar un contador Geiger para medir el nivel de radiactividad de los ratones, los valores «se salían de la escala».

Algunas limitaciones

Chesser y su colega Robert Baker de la Universidad Técnica de Texas en Lubbock reconocen que el estudio tiene algunas limitaciones. Primero, emplea datos obtenidos solamente a partir de un único gen. Segundo, el tamaño de la muestra es pequeño. Y además no hay forma de determinar el nivel de fondo de mutación de los ratones de campo de la región antes del accidente.Baker afirma que el estudio es correcto desde el punto de vista estadístico a pesar de lo reducido de la muestra. Los datos resultan coherentes en dos especies de ratones de campo, lo que lo hace muy convincente, dicen investigadores familiarizados con el estudio.

«Si el índice [de mutación] es tan elevado. como han calculado, tendría que ser posible ver de verdad mutaciones que aparecen de una generación a otra, entre una madre y sus crías», dice David Hillis, especialista en evolución molecular de la Universidad de Texas. Cuando el equipo de Chesser examinó un ratón de campo hembra preñado y sus cinco fetos, vio que tres de ellos tenían cada uno una nueva mutación.

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