Aire

Las cuatro vueltas al mundo del abuelo de los alimoches

Científicos del CSIC reencuentran en Pirineos un ejemplar anillado en 1993 que todavía recorre 4.000 kilómetros todos los años para pasar el invierno en el Sahel. Bautizado como ‘Doce’, es el ave de esta especie más longeva en libertad que se conoce

El alimoche más longevo en libertad conocido hasta ahora tiene 30 años y vive en los Pirineos. Es un macho marcado en 1993 en las Bardenas Reales (Navarra) del que no se había vuelto a tener noticia hasta que fue recapturado el año pasado en el marco de un proyecto del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC). Su nombre es Doce (la mezcla de las dos primeras letras de los apellidos de los biólogos que lo anillaron: José Antonio Donázar y Olga Ceballos) y en toda su vida ha recorrido como mínimo 166.535 kilómetros, el equivalente a dar 4,15 vueltas a la Tierra. Así lo han calculado los investigadores a partir de su ruta migratoria de ida y vuelta todos los años al Sahel (zona de transición entre el desierto del Sáhara y la sabana sudanesa). En España se encuentra el 32% de la población europea de esta especie de buitre —unas 1.500 parejas—, calificada como vulnerable debido a la importante recesión que ha soportado en las últimas décadas. En la zona del parque natural de las Bardenas Reales vivían unas 50 parejas cuando se le capturó la primera vez, y ahora son solo 20.

José Antonio Donázar, investigador de la Estación Biológica de Doñana-CSIC que marcó hace tres décadas al alimoche, recuerda perfectamente el momento. “Tuvimos un golpe de suerte, capturamos a 21 ejemplares y les pusimos anillas metálicas y otras plásticas, estas últimas con un código alfanumérico que permiten la identificación a distancia con unos prismáticos”, explica. El marcaje se realizó dentro de un proyecto de investigación a largo plazo que comenzó en 1986 y que todavía continúa con el apoyo de la Comunidad de Bardenas Reales de Navarra, compuesta por 22 municipios.

El ejemplar, que entonces era un juvenil de dos años con un plumaje oscuro, voló y nadie lo había vuelto a localizar. La sorpresa llegó en junio de 2020, cuando otro grupo de científicos lo recapturó. Antoni Margalida, científico del IREC-CSIC, describe: “Comprobamos que todavía llevaba la anilla de metal y así pudimos saber qué individuo era y qué edad tenía”. Margalida es investigador principal del proyecto, en el que colaboran la Generalitat de Cataluña y el Gobierno de Aragón. Doce estaba a 175 kilómetros de donde se le marcó por primera vez, en el límite entre Huesca y Lleida. Los investigadores han descrito el hallazgo en un artículo publicado en la revista científica Frontiers in Ecology and Environment.

Tras su última captura, los investigadores instalaron al alimoche un GPS, que les ha permitido conocer su periplo migratorio paso a paso. De todas las especies de buitres, buitre leonado, buitre negro, quebrantahuesos y alimoche, solo este último migra. El ejemplar recuperado recorre todavía y a pesar de su edad los 4.000 kilómetros que separan Pirineos de Mauritania en 20 días. El 8 de septiembre del año pasado levantó el vuelo hacia sus cuarteles de invierno africanos, seis días después cruzó el Estrecho y el 26 de septiembre aterrizó en destino. Tampoco tuvo ningún tropiezo en la vuelta, a finales de febrero.

El ejemplar cría en un pueblecito en la franja del Prepirineo, en la frontera entre Huesca y Lleida. Y por allí ha debido vivir durante todo este tiempo. Margalida comenta: “En el año 2002 vi a un alimoche con una anilla de PVC, pero no pude leer con los prismáticos la identificación”. Lo siguió intentando sin lograrlo, hasta que un día el alimoche perdió la anilla plástica y no tuvo más remedio que dejarlo por imposible, porque no se puede leer la metálica si no se tiene en la mano.

Hay otras especies que alcanzan edades similares, como el caso del quebrantahuesos, del que se conoce la existencia de una hembra de 32 años. El ave más longeva documentada es una hembra de albatros de 70 años de edad, que no ha dejado de ser una reproductora activa. Con las grandes carroñeras, los científicos se topan con el problema de que la información con la que cuentan es muy parcial debido a que los estudios a largo plazo son escasos y porque la mayoría de las poblaciones están sometidas a una fuerte mortalidad no natural. Sobre todo les afecta el uso ilegal de cebos envenenados y las colisiones con las líneas eléctricas y los molinos de los parques eólicos.

Los investigadores reivindican un seguimiento continuado, que consideran “fundamental para comprender la ecología y establecer estimaciones correctas de la viabilidad de la población de un grupo de especies como los buitres, amenazados a nivel mundial”. Algo complicado, aseguran, porque “son proyectos muy costosos de mantener y es difícil encontrar dinero”.

Fuente: El Pais

También puede gustarte...