La caza furtiva de elefantes en África no afecta únicamente a los individuos asesinados. Dos nuevos estudios revelan que el impacto de las capturas ilegales en las poblaciones de estos animales es mayor de lo que se pensaba en un principio.
Para entender el alcance que la persecución de estos grandes mamíferos, del orden de los proboscídeos, los esfuerzos de conservación se habían centrado hasta ahora en la investigación a macroescala de sus poblaciones, sin basarse en los ejemplares de cada una de las manadas.
“Si se quiere realmente llevar a cabo acciones más específicas, hay que saber qué individuos impulsan los aumentos o disminuciones de las poblaciones”, afirma George Wittemyer, biólogo conservacionista en la Universidad del Estado de Colorado en EE UU y autor del estudio publicado en la revista Ecosphere.
Por eso, Wittemyer y su equipo, en paralelo a la científica Jenna Parker, de la misma universidad estadounidense, autora del otro estudio publicado en Current Biology, examinaron datos individuales de elefantes recogidos durante dos décadas por la organización Save the Elephants en la Reserva Nacional de Samburu, al norte de Kenia.
Los resultados de ambas investigaciones demuestran que, de manera general, el daño causado por la caza furtiva es grave y duradero.
Las poblaciones de elefantes no se sostienen con los huérfanos
Entre las principales conclusiones, los científicos revelan que los elefantes huérfanos tienen menos posibilidades de sobrevivir en una manada, y que perderlos tiene un impacto significativo en el crecimiento o el declive de la población.
“Para las poblaciones sociales, la caza furtiva tiene un impacto mayor de lo que se pensaba porque hay que tener en cuenta a los huérfanos que se quedan y que sobreviven menos al no tener madre”, indica Parker.
Los científicos descubrieron que la menor supervivencia de los huérfanos exacerba aún más la reducción de las poblaciones causada por la caza furtiva. Además, cuando esta es más frecuente, los jóvenes resisten aún menos. Incluso los huérfanos que ya no dependen de la leche de su madre tienen una tasa de supervivencia inferior a la de sus individuos con una madre viva, según el estudio.
“En las poblaciones que creemos que han sufrido mucha caza furtiva, incluso cuando esta disminuye, hay que tener en cuenta sus efectos colaterales y residuales”, alerta la científica.
Los jóvenes son el futuro del grupo
En el trabajo de George Wittemyer, los científicos analizaron cómo la supervivencia o los diferentes grupos de edad afectan a las tendencias de la población de elefantes.
Durante mucho tiempo los biólogos conservacionistas habían asumido que el grupo de mayor edad era el más importante para estas tendencias porque los elefantes machos de mayor edad tienden a reproducirse más que los jóvenes, y las hembras de mayor edad son las líderes de los grupos familiares y las unidades sociales. Pero el estudio revela que en realidad no es así.
Al analizar el impacto de la mortalidad a diferentes edades en las poblaciones, los investigadores demostraron que los elefantes jóvenes que empiezan a independizarse de sus padres son los más importantes para la dinámica de sus poblaciones. “Si sobreviven bien, la población está bastante protegida contra el declive. Si empiezan a disminuir, entonces tenemos graves problemas”, señala el experto.
Los datos también mostraron que la actividad humana, sobre todo la que hiere y mata a estos animales, disminuye la supervivencia de los ejemplares de todas las edades de una población. “Incluso en el caso de las crías, que no pensamos que sean objetivo de los humanos por el marfil, su supervivencia está muy condicionada por el impacto en el resto la población”, explica Wittemyer.
Los dos estudios ponen de manifiesto las repercusiones de la caza furtiva en el comportamiento de los elefantes y, a su vez, en su demografía. “Matar a un elefante no es eliminar un individuo de una población; matar a un elefante tiene efectos en cadena en el resto de ejemplares que están vinculados a él”, concluyen los científicos.