Los lobos pequeños intentan conseguir comida por su cuenta, mientras que los perros esperan que alguien les alimente, revela un estudio.
14 mil años de contacto directo con los seres humanos no han pasado sin tener consecuencias en el comportamiento de los perros. A diferencia de lo que se piensa comúnmente, el cerebro de los lobos sufrió modificaciones profundas como resultado del proceso de domesticación, iniciado durante la prehistoria, por los cazadores y recolectores primitivos. Hoy, los moradores de los bosques que aúllan a la Luna en las noches frías difícilmente traerán de regreso una pelota que se les lance.
Una cuestión de contacto
El cambio morfológico que ha sobrellevado el cerebro de los lobos es consecuencia del contacto directo con los seres humanos. De esto no ha habido duda nunca. Sin embargo, se asumía que no existía una diferencia significativa con el sistema nervioso de los perros. Un estudio reciente publicado en Current Biology desmiente esta concepción errónea.
A pesar de que, efectivamente, los parientes más cercanos de los perros son los lobos, la distancia evolutiva entre ambos tiene, al menos, decenas de miles de años. Las habilidades cognitivas de los cánidos domésticos se adaptaron para entender —y obedecer con más facilidad— a los seres humanos, quienes les dan sustento y protección.
El estudio llevado a cabo consideró a 44 cachorros de perro y 37 de lobo, con hasta 18 semanas de edad. La idea era comprobar que incluso desde las etapas más tempranas del desarrollo de estos animales, las distancias evolutivas les hacían reaccionar de manera distinta a ciertas situaciones. El resultado demostró que las diferencias no sólo son físicas, sino también mentales.
Crianzas diferentes
Los entornos en los que los lobos se desarrollan representan retos diferentes a los que enfrentan los perros. Mientras unos no aguantan el sonido de cohetes en días festivos, otros tienen que aprender a cazar y a sortear los obstáculos en entornos silvestres. Desde las temperaturas hostiles hasta la escasez de alimentos, cada factor ambiental marcó una pauta evolutiva distinta para ambos animales.
Este comportamiento se observó claramente en el experimento llevado a cabo. Los científicos escondieron un premio comestible en dos tazones, que expusieron a los cachorros de perro de casa y de lobo. Los resultados fueron concluyentes: 17 de 31 cachorros domésticos entendieron en dónde estaba el premio, mientras que las crías de lobo no lo lograron más que aleatoriamente.
De la misma manera, los cachorros de perro mostraron ser 30 veces más propensos a acercarse a extraños que los lobeznos. Esto indica que los lobos pequeños intentan arreglar el problema alimentario por su cuenta, mientras que los perros esperan que alguien les alimente.
Los expertos concluyeron que esto tiene que ver con una marca evolutiva. Incluso desde bebés, los perros que han tenido contacto con los seres humanos por milenios entienden que los seres humanos les damos de comer en platos específicos. No así los lobos jóvenes, que tienen que buscar otras fuentes de alimento desde muy pequeños.