Tierra

Contaminación acústica: Ruido daña especies

Migraciones de aves y ballenas se ven alteradas por aumento en sonidos urbanos

La urbanización ha requerido que la sociedad se adapte cada vez más al aumento constante de la población, lo que deriva en un mayor número de viviendas, transporte e industria, que entre más se expanden, más sonido generan, lo que no sólo propicia la pérdida de la audición a edad temprana, sino también de la migración de especies de sus hábitats naturales, pues la elección del mismo depende mucho de los ruidos que se producen en él.

La diversidad de especies que migran a México ha disminuido a lo largo de los años, pues aunque urbes como la CDMX, Monterrey y Guadalajara son las más afectadas por este problema, no son las únicas donde se detectan los daños.

Ejemplo de ello es la disminución de avistamientos del pato Chalcuán, proveniente de Norteamérica, que en invierno puede llegar a la CDMX y Chiapas, al igual que de las ballenas grises, azules y jorobadas, que se pueden observar desde Baja California hasta Oaxaca, la cuales, por el ruido de las lanchas y el turismo de las costas, han disminuido su presencia y cada vez se acercan menos a las costas.

“Si un animal no puede tolerar el ruido del entorno, no va a tolerar ninguna de sus condiciones. Eso hace que la contaminación acústica de vehículos, fábricas, talado de árboles o turismo altere el equilibrio de los ecosistemas salvajes y pone en peligro la supervivencia de las especies”, detalló Patricia Escalante, del Instituto de Biología de la UNAM.

La evidencia generada, afirmó, es considerable, particularmente entre aves cantoras y mamíferos marinos que dependen de la comunicación sonora y vocal.

“Por ejemplo, los pájaros en una ciudad necesitan cantar y llamar de manera más prolongada y a mayor volumen, que su misma especie cuando vive en el campo”, dijo.

No sólo los delfines, aves o ballenas son vulnerables a estos cambios, sino también los animales de compañía, como los perros o gatos, que tienen la capacidad de percibir longitudes de onda que las personas no.

Los hace vulnerables a la ansiedad y el estrés. Ellos no relacionan los petardos, fuegos artificiales o sonidos fuertes con situaciones cotidianas”, indicó.

Por ello, ante el constante desarrollo, urbanización y crecimiento de la población, la especialista señaló que es necesaria la colaboración entre científicos, industria, entes gubernamentales y ciudadanos para proteger los paisajes sonoros naturales.

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