La forma en que nos alimentamos, vestimos y extraemos recursos de la naturaleza está modificando el clima terrestre, contribuyendo con un 23% de las emisiones que calientan la atmósfera. Y esto pone en peligro el recurso fundamental que sostiene la vida: el suelo.
Así concluye el Reporte Especial sobre Cambio Climático y Suelo del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). que este estudiaa la relación entre las masas terrestres y la atmósfera, y cómo una afecta a la otra debido a la manera en que comemos y consumimos.
Actualmente, los seres humanos ocupamos un 72% de la superficie no congelada del planta, ya sea para la agricultura y la ganadería como para las plantaciones forestales, entre otras actividades. Pero, paradójicamente, un tercio de la comida que se produce es desperdiciada, lo que, a su vez, genera más gases de efecto invernadero y más calentamiento global.
Para cumplir las metas del Acuerdo de París, que es limitar el alza de la temperatura en 1,5/2°C para fin de siglo respecto de los niveles preindustriales, es necesario no sólo elimnar el uso de los combustibles fósiles −cuya quema es el principal motor de la crisis del clima−, sino también poner énfasis en la presión que los seres humanos ponen sobre el suelo.
El IPCC recomienda a los gobiernos detener la deforestación, teniendo en cuenta que selvas y bosques absorben un tercio de las emisiones globales de dióxido de carbono, además de jugar un rol importante en el enfriamiento de la corteza o la generación de lluvias.
La presión sobre los diferentes ambientes se siente de manera particularmente acentuada en los países más vulnerables, como los que conforman América Latina. Hoy, unas 500 millones de personas viven en suelos que se han desertificado. La Argentina no escapa esa tendencia, como lo demuestran los suelos patagónicos que han sido sobreexplotados por el uso intenso de la producción ganadera.
“El suelo proporciona la base principal para el bienestar y los medios de vida humanos, incluyendo el suministro de alimentos, agua dulce y otros múltiples servicios de los ecosistemas, así como la biodiversidad”, indica el informe.
Y explica: “el suelo es tanto una fuente como un sumidero de gases de efecto invernadero (GEIs) y cumple un rol clave en el intercambio de energía, agua y aerosoles entre la superficie terrestre y la atmósfera. Los ecosistemas terrestres y la biodiversidad son vulnerables ante el cambio climático y eventos climáticos extremos en distintos grados. El manejo sustentable de la tierra puede contribuir a reducir los impactos negativos de múltiples fenómenos, incluido el cambio climático, los ecosistemas y las sociedades”.
Aunque no hay una recomendación específica respecto del consumo de carne, sí es explícito el llamado a un cambio de conducta. Según advirtió la experta alemana Charlotte Streck, de la organización Climate Focus, si el ritmo actual de consumo y aumento poblacional siguiera en el año 2050, el suelo agrícola debería haber aumentado en seis millones de kilómetros cuadrados, dos veces el área total de la Argentina.
La forma en que producimos comida afectará la seguridad alimentaria en el futuro. Cada grado de temperatura que aumente, se sentirá mucho más en la productividad de los cinco principales cultivos del mundo: el trigo, la soja, el maíz, el arroz y el sorgo.
Dice el informe: “los datos disponibles desde 1961 muestran que la oferta per cápita de aceites vegetales y carne ha aumentado a más del doble y la oferta de calorías alimentarias per cápita se ha incrementado en un tercio. Actualmente, el 25-30% del total del alimento producido se pierde o desperdicia. Estos factores están asociados a más emisiones de GEIs. Cambios en hábitos de consumo han contribuido al sobrepeso y obesidad de alrededor de 2 mil millones de adultos. Aproximadamente 821 millones de personas aún sufren malnutrición”.
Los científicos del IPCC esperan que su informe inspire nuevas políticas de explotación del suelo por parte de distintos gobiernos.
Artículo publicado en LatinClima.