La crisis climática y la pérdida de biodiversidad han ido hasta ahora por separado en las agendas políticas. Por primera vez, los científicos del IPCC y del IPBES -los dos paneles intergubernamentales consagrados a los problemas ambientales más acuciantes a los que se enfrenta el planeta- han decidido unir fuerzas a la busca de soluciones que funcionen al mismo tiempo para reducir las emisiones y preservar los ecosistemas.
“Puede que sea imposible lograr una sinergia total entre las acciones del clima y de la biodiversidad tanto en tierra firme como en los océanos”, advierte el climatólogo alemán Hans-Otto Pörtner, co-presidente del comité que ha reunido a 50 expertos mundiales en los dos campos. “Pero tenemos que mejorar la integración y llegar a una mezcla de soluciones deseables que traspasen las fronteras”.
Los climatólogos y los biólogos llevan de hecho colaborando durante más de dos décadas, pero los caminos confluyen más que nunca este año con la celebración de la COP15 de la biodiversidad en Kunming (del 12 al 24 de octubre) seguida de la COP26 de Glasgow (del 1 al 12 de noviembre). Durante un mes, el péndulo ambiental del planeta oscilará entre China y el Reino Unido, bajo los nubarrones de la pandemia.
“Cuanto más se calienta el planeta, mayor es la amenaza para la naturaleza y mayores los problemas para la producción de alimentos o la disponibilidad de agua”, advierte Hans-Otto Pörtner. “Simultáneamente, los cambios en la biodiversidad afectan al clima, especialmente por su impacto en los ciclos de nitrógeno, carbono y de nuevo el agua… Todo está interrelacionado, por eso es tan importante vincular las acciones de mitigación del cambio climático con la protección de los ecosistemas”.
Aumentar la biodiversidad y recortar las emisiones de CO2
Si tuviera que condensar las soluciones conjuntas en tres, Hans-Otto Pörtner empezaría con el drástico recorte de la emisiones de CO2 (“dejando de quemar combustibles fósiles lo antes posible”), aumentar enormemente las áreas protegidas en tierra y mar y transformar la economía para un uso más eficiente de los recursos naturales.
Y añadiría también una cuarta: la creación de un sistema de gobernanza internacional para proteger los bienes comunales globales, empezando por los océanos y los bosques primarios. Todo ello teniendo también en cuenta la dimensión social: “No podemos hablar de sostenibilidad si no atajamos al mismo tiempo problemas como la pobreza y la desigualdad”.
A lo largo de toda la semana, los expertos el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) y de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), han explorado los puntos de convergencia y de conflicto y han llegado a esta selección de soluciones: Frenar la deforestación y la degradación ambiental.
El planeta perdió en el 2020 una superficie arbolada mayor que el Reino Unido, incluidas 4,2 millones de hectáreas de bosques tropicales primarios, según datos de Global Forest Watch. Poner fin a la tala de los bosques y frenar la degradación de humedales, praderas, sabanas, manglares, salinas, posidonia o bosques de algas marinas podría compensar una cantidad de emisiones de hasta 5,8 giga toneladas al año.
Crear áreas protegidas y conservar la biodiversidad
Hoy por hoy, tan solo el 15% de la superficie terrestre y el 7,5% de los océanos están protegidos. Los expertos recomiendan que la protección debería alcanzar del 30% al 50%, tanto en tierra como en mar. Las medidas de conservación deberían ir más allá con la creación de corredores para las migraciones, conectividad entres espacios naturales y una mejor integración de la gente en la naturaleza.
Restaurar los ecosistemas para el beneficio de la biodiversidad
La ONU ha designado los años 2021-2030 como “la década de la restauración”. La regeneración de los ecosistemas no es solo una medida efectiva de mitigación y de resiliencia, que beneficia al conjunto de las especies, sino también un modo efectivo de crear empleo en tareas como la protección de las costas, la prevención de inundaciones, la reducción de la erosión o la mejora de la calidad de los suelos.
Apoyar la agricultura sostenible
La eliminación de subsidios a la agricultura y la ganadería intensivas, la drástica reducción en el uso de fertilizantes y pesticidas, y el apoyo de de prácticas como las diversificación de cultivos, la agroforestería o la agroecología podrían tener un efecto de mitigación del cambio climático equivalente de 3 a 6 giga toneladas de CO2 al año.
Evitar plantaciones bioenergéticas en gran escala
Las plantaciones a gran escala de palmas aceiteras, maíz o colza para la fabricación de biocombustibles son tremendamente destructivos de la biodiversidad, pese a su valor relativo como alternativa a los combustibles fósiles (aunque pueden cumplir parcialmente y a pequeña escala su función para la producción de electricidad).
Eludir las reforestaciones como “monocultivos”
Plantar árboles en ecosistemas que no han sido históricamente bosques, y hacerlo como si fueran monocultivos (con especies no autóctonas e incluso exóticas) puede tener un efecto de mitigación del cambio climático, pero afecta gravemente a la biodiversidad.
Evaluar el impacto de la tecnología en el clima y la biodiversidad
Los expertos advierten de la necesidad de poner en la balanza los riesgos y los beneficios en proyectos concretos de mitigación o adaptación. En el caso de las energías renovables, evaluar el impacto de la minería de “materiales críticos”, o la ocupación de grandes espacios en tierra. Ante el riesgo de inundaciones o subidas del nivel del mar, sopesar el grave efecto de la construcción de diques en los ecosistemas.
Crear “infraestructuras verdes” en las ciudades
Más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas, donde deberían ponerse en marcha en la próxima década proyectos de “infraestructura verde” para amortiguar el efecto de “isla de calor” y prevenir inundaciones, con la creación de tejados verdes, aumento de la superficie arbolada y granjas verticales para el consumo local.
“Escuchar” al mar
“Casi toda la atención ante el cambio climático ha estado hasta ahora concentrada en tierra firme”, advierte el climatólogo Hans-Otto Pörtner.
“Ha llegado la hora de prestar atención al mar, que ocupa el 70% del globo terráqueo y desempeña entre otras funciones la de gran sumidero de CO2. La acidificación de los océanos, la degradación de las barreras coralinas, la desaparición del hielo, la disminución del plancton, la subida de las aguas…Gran parte de los problemas y de las soluciones tienen que ver con nuestra relación con el mar, que ha de cambiar drásticamente en esta década crucial”.
Decenas de asociaciones lanzarán estos días una campaña a modo de llamada mundial desde las costas de Cornualles, con motivo del cumbre del G7: “Listen to the sea” (“Escuchad al mar”).
Fuente: www.ambientum.com