Los cadáveres de cientos de aves que murieron al chocar contra los rascacielos de Manhattan aparecieron en la acera del One World Trade Center.
Cada otoño, las aves migratorias de Norteamérica inician un largo viaje de miles de kilómetros hacia el sur del continente en busca de climas más cálidos durante el invierno boreal. Cerca de 340 especies encuentran en México, Centroamérica y Sudamérica residencias tropicales que las acogen desde septiembre hasta mediados de mayo, cuando finalmente vuelven a sus sitios de reproducción.
Entre todos los obstáculos que conlleva la migración estacional, la actividad humana y la modificación del entorno natural representan el mayor riesgo para las numerosas bandadas en su camino hacia el sur, especialmente cuando su ruta coincide con edificios altos y contaminación lumínica.
De ahí que año tras año, los cadáveres de cientos de aves migratorias aparezcan en las acercas de los edificios más altos del corazón de Nueva York, cuyas primeras víctimas de la migración otoñal fueron captadas en los alrededores del One World Trade Center, en el extremo sur de Manhattan.
El 14 de septiembre, Melissa Breyer, voluntaria de NYC Audubon –una organización dedicada a proteger la vida y el hábitat de las aves silvestres de la ciudad–, compartió en Twitter una fotografía y videos que dan cuenta de las casi 300 aves migratorias muertas que encontró en las aceras de Lower Manhattan, después de impactarse contra el One World Trade Center y edificios contiguos.
Según Kaitlyn Parkins, Directora adjunta de Conservación y Ciencia de la organización, la tormenta del 13 de septiembre pudo haber provocado que estas aves se desorientaran o bien, redujeran la altura que llevaban para librar los edificios. La organización considera que cada año, entre 90,000 y 230,000 aves mueren tras colisionar con edificios en Nueva York.
Las aves migratorias suelen guiarse a través de una brújula cuántica integrada a su cerebro, que les ayuda a leer el campo magnético de la Tierra, distinguiendo entre el norte y sur a través de sus rutas estacionales para no perderse en el camino.
Con la intención de evitar a los depredadores y experimentar mejores condiciones de vuelo, la mayoría de aves migratorias realizan sus trayectos durante la noche, a una altura media que varía entre 150 y 600 metros en tierra, y que puede descender aún más sobre cuerpos de agua.
Sin embargo, cuando su ruta coincide con grandes áreas urbanas, la contaminación lumínica y los rascacielos son un peligro constante: desorientadas por las luces, algunas bandadas pueden colisionar fatalmente con los edificios de cristal.
Con 541 metros de altura, el One World Trade Center es el edificio más alto del mundo occidental. Diseñado como una estructura de cristal que suele reflejar el cielo, se trata de un obstáculo que puede confundir a las aves migratorias fácilmente.
Tras documentar las muertes de aves y atender a los ejemplares heridos, NYC Audubon realizó un llamado al World Trade Center para disminuir su iluminación durante la noche, de modo que las aves “puedan ver y reconocer que se trata de una barrera sólida a través de la cual no pueden volar”, explicó Parkins.
Ante la creciente problemática, algunas ciudades han optado por diseñar un plan para apagar las luces de sus rascacielos durante la noche y permitir el libre paso de las aves hacia sus residencias tropicales y de vuelta.
En abril de 2021, después de que la migración del otoño anterior registrara la muerte de más de mil aves tan solo en el mes de octubre, Filadelfia puso en marcha la iniciativa Lights Out Philly, un programa en el que los edificios más altos de la ciudad apagan sus luces durante las noches durante las dos temporadas de migración.
Después del éxito de la migración primaveral, Pittsburgh creó un programa similar que comenzó a funcionar el primero de septiembre pasado y permanecerá hasta el quince de noviembre, de modo que cada vez más ciudades comienzan a dibujar una ruta segura para las aves en Pensilvania.