Un alud, también denominado avalancha, es el desplazamiento ladera abajo de una importante porción de nieve (manto nival), que puede incorporar parte del sustrato y de la cobertura vegetal de la pendiente.
Los aludes de nieve se enmarcan dentro de los procesos naturales gravitacionales que afectan a las laderas en zonas de montaña. Este fenómeno, como ocurre en otras ocasiones cuando interaccionan elementos del medio natural, deja de ser un peligro inevitable y de poca repercusión social, para convertirse en un verdadero riesgo natural que ocasiona en todo el mundo numerosas pérdidas humanas y un fuerte impacto socioeconómico.
El riesgo de aludes ha existido a lo largo de la historia. Así, algunos cronistas han descrito algunos de los episodios más catastróficos provocados por este fenómeno. Tito Livio, en su narración de la travesía de Aníbal y las tropas cartaginenses por los Alpes, describe como los aludes acabaron con la vida de más de 19.000 soldados en el año 218 A.C. Otro episodio histórico, tuvo lugar en el año 1916, durante la I Guerra Mundial, cuando, en el frente austro-italiano, más de 10.000 soldados perecieron bajo los aludes provocados por los disparos de la artillería enemiga en el macizo de los Dolomitas (Italia). Mucho más reciente es la catástrofe de Yungay (1970), en plena Cordillera Blanca del Perú, donde un alud, desencadenado por un movimiento sísmico en las laderas del monte Huascarán, arrasó completamente el pueblo de Yungay dejando sin vida a más de 20.000 personas.
En Europa, han sido los pueblos de montaña situados en los Alpes y en el Pirineo los que han sufrido de una forma más recurrente los efectos devastadores de los aludes.
Aunque los aludes están presentes en distintas cordilleras ibéricas (Pirineo, Cordillera Cantábrica, Sistema Central, Sierra Nevada, Macizo Galaico), es en el Pirineo de Huesca, Lleida y Girona y también en los Picos de Europa donde se registran con más frecuencia y donde han tenido históricamente un mayor impacto social y económico.
Durante los últimos años, el desarrollo turístico y la popularización de los deportes de montaña, se han venido sucediendo, cada invierno, accidentes provocados por aludes, que han dejado un número importante de fallecidos, heridos y numerosas pérdidas materiales.
Entre la documentación histórica referente a los accidentes de aludes que han tenido lugar en España, cabe destacar el ocurrido en el siglo XVI, cuando una alud arrasó completamente el pueblo de Tavascán en Lérida. Otro alud destruyó completamente el Hospital de Benasque (Huesca) en 1789. Más tarde, y después de la reconstrucción del Hospital de Benasque en una cota inferior, tuvo lugar otro alud en la otra orilla del río Esera, volviendo a destruir el Hospital de Benasque y llevándose consigo a tres niños y cinco mujeres.
Diversos factores inciden en la ocurrencia de aludes:
- El espesor, la estructura y composición del manto nivoso,
- La inclinación y forma de las laderas,
- La existencia o no de vegetación,
- Las condiciones meteorológicas,etc.
Morfológicamente los aludes se dividen en tres partes: zona de salida, zona de trayectoria y zona de depósito. La zona de salida es la parte del terreno en donde se inicia el alud y donde se produce una aceleración significativa de la masa de nieve, aunque es en la zona de trayecto donde el alud alcanza la máxima velocidad y se producen las incorporaciones o pérdidas de nieve tanto del fondo como de los laterales. La zona de depósito es donde el alud se detiene y se deposita la nieve movilizada.